Reportajes caza con arco
Caza con Arco del Buey Almizclero en Groenlandia
Pese a que al autor nunca se le había pasado por la cabeza realizar una cacería de buey almizclero, el reto de abatirlo con arco y el placer de permanecer en contacto con los esquimales de Groenlandia fueron motivos más que suficientes para probar esta exótica y emocionante experiencia.
En ocasiones, mi calendario de viajes de caza en el extranjero se ve alterado por circunstancias ajenas a mi voluntad. De este modo ha ocurrido en esta excursión a Groenlandia. El viaje estaba cerrado desde el pasado mes de marzo de 2012 para un grupo, pero, por diversos motivos, los cazadores de este grupo fueron anulando su asistencia, a pesar de haber efectuado el pago del depósito. Cuando se le comunicó al proveedor local de la cacería que solo acudirían uno o dos cazadores, no solo dijo que se perdería el 100% de los depósitos, sino que los que acudieran tenían que soportar el resto de los pagos no efectuados además de los suyos propios, argumentando que los gastos eran exactamente los mismos y que, por ejemplo, la factura del helicóptero era la misma, al igual que los guías de caza, que estaban todos a disposición en el terreno, se hiciera o no uso de sus servicios.
Conseguir cazadores en agosto para un destino tan específico para una excursión que tendría lugar ese mismo mes, además en los tiempos que nos toca vivir, es cuasi un imposible. Pero conseguimos completar el grupo contando con mi asistencia.
A POR EL BUEY ALMIZCLERO


Tras llegar al aeropuerto de Kangerlussuaq vía Copenague, nos desplazamos en este helicóptero que nos dejó a tan solo 15 minutos del campamento. Debajo, a la derecha, instante en el que embarcamos de nuevo después de haber abatido el caribú.
Había realizado varias cacerías en el Circulo Polar Ártico, y la idea de acudir a Groenlandia con el objetivo de realizar una cacería de buey almizclero (Musk Ox) nunca me había pasado por la cabeza. Además, por la experiencia de cazadores nuestros y por lo leído, es más interesante conocer un nuevo destino por el contacto con los Inuit que por la caza en sí misma, dada la condición de los bóvidos o pseudo bóvidos salvajes, que, con la excepción de los búfalos africanos, según mi personal punto de vista, me retan muy poco en el plano cinegético.
Pero como el diablo enreda en todo, en esto de la caza algo más, según parece, casi sin darme cuenta estaba hablando con Jorge de Bowland en su tienda de General Margallo, 26, en Madrid, para que me preparara un arco de caza. No soy exactamente nuevo en el mundo del arco. Hace ya más de 20 años creé una división especifica en mi actividad para cazadores con arco. Y de pequeño me pasaba las tardes en las desaparecidas instalaciones deportivas del Cuartel de la Montaña, en Madrid, donde hoy se encuentra el Templo de Debod, disparando a las dianas en el campo de tiro de la Federación con un arco que me había comprado en la calle Preciados, en la magnifica armería Todo, que estuvo allí durante muchos años y en cuyo escaparate, ilusionado, pegaba mi cara. Más tarde he practicado con arco de poleas en África y cazado en América, pero nunca había proyectado una excursión de caza en la que el arma que llevase de España fuera un arco. Jorge, con paciencia, en su tienda madrileña me aconsejó sobre la manera correcta de disparar y limar defectos; luego, en Groenlandia, tanto Pablo como Alfonso vigilaron mi puesta a punto antes de salir al campo con mi arco.
Para llegar a Groenlandia la mejor forma es volar primero a Copenhague, hacer noche allí y, por la mañana, coger el único Airbus del que dispone Air Greenland para llegar a Kangerlussuaq. Para llevar el arco no he tenido que pasar por la Intervención de la Guardia Civil de Barajas. No es un arma de fuego, y en el resto del viaje no hay necesidad de realizar ningún papeleo diferente del equipaje normal.
LA CAZA EN GLOENLANDIA
El idioma oficial es el groenlandés. El danés se utiliza para temas administrativos y casi nadie habla inglés. Cuando llegamos al mostrador de Air Greenland siguiendo las instrucciones para preguntar por nuestro helicóptero, la funcionaria no se enteraba de nada hasta que salió el “entendido”, que además era cazador, como casi todos, y nos puso en marcha después de comprar en la tienda de al lado bebidas carbónicas y algunas chucherías.
POR FIN LLEGAMOS AL CAMPAMENTO
La tarde por delante es larga, ya que anochece a las 22.00 horas, amaneciendo a las 04.00 horas. Me meto en una zodiac junto con dos guías esquimales y con la intérprete y alma de esta organización. Es la única que habla inglés, una mestiza, con ascendientes tanto daneses como esquimales, de agradables facciones. Aparte de traducir, colabora activamente en la cacería, saca buenas fotos, cocina, limpia y hace las cuentas. Por favor, no nos pregunten por ella para ficharla. Lo sentimos, no desea salir de su gran isla.
Desembarcamos al final del lago después de una travesía de 20 minutos. El agua es blanca, producto de los arrastres del deshielo, y está muy fría. Empezamos a andar. Llevo la mochila a la espalda, el arco en la mano y colgados del cuello el medidor de distancia y los prismáticos. Comenzamos a subir dejando atrás la ribera del lago. La vegetación de la tundra es desigual, lo que te obliga a tener cuidado con los frecuentes agujeros. Una buena idea es ir tanteando el terreno con el bastón de marcha. Uno de los Inuit va separado y cresteando, pero está en contacto con nosotros a través del walkie talkie. No ha pasado media hora cuando suena la pequeña radio. Nos paramos y el esquimal transmontano nos dice que ha visto dos bueyes y que uno es muy bueno. Nos pide que nos esperemos, que ahora baja él. Nos informa de que uno de los bueyes es un buen trofeo. Cuando estamos cerca, dejamos las mochilas y empezamos a reptar hasta meternos encima de los bueyes. El medidor de distancia me da 125 metros. Sería muy sencillo para cualquier rifle. Pero para el arco es imposible. Informo a la intérprete que deseo tirar a una distancia ideal entre 20 y 30 metros, con lo que apuntaría con el pin del medio del punto de mira, el que menos te hace pensar en un lance.
LOS TENEMOS MUY CERCA
Pasamos tumbados unos 45 minutos. Mi termómetro marca -5 °C, la vegetación está seca y mullida. No se está nada mal allí, relajado, mirando a unos animales salidos de la Prehistoria, vestidos con un largo abrigo. Se parecen a los caballos de los torneos, solo se les ve el casco de las patas. Uno espera al contemplarlos que también aparezca un mamut. Sueño que estoy en un safari africano: los búfalos cafres serían los bueyes almizcleros y los elefantes africanos los mamuts. Pero con seguridad no tendría las narices de llevar para cazar tan solo un arco en las manos. A pesar de los 400 kilos de peso de un macho, es una especie ideal para iniciarse de modo satisfactorio como arquero. Y no cabe duda que se trata de un gran trofeo que lucirá de modo especial en cualquier salón de trofeos, con su fantástico abrigo de espesa lana, su leonada melena y con la mayor longitud de pelos del mundo animal. Me pasaría toda la tarde contemplándolos. El agradable y soleado clima ayuda a ello, pero estamos de caza. Parece que no quieren irse a ninguna otra parte, y de nuevo, arrastrándonos, nos alejamos. Me comentan que vamos a darles la vuelta, a rodear un pequeño lucio de agua para sorprenderles por encima de una colina baja que nos pueda tapar. Dejamos a uno de los guías con las mochilas. Yo sigo los pasos del otro Inuit y la intérprete los míos.
Damos un gran rodeo hasta que nos tapamos con la orilla de la lagunita. El barro chupa un poco las botas, por lo que vamos muy despacio. Es una marcha muy tranquila hasta que nos situamos detrás de colina. A partir de aquí vamos aún más despacio; la intérprete se queda atrás. Por el rabillo del ojo veo un buey, está a unos 20 metros, pero el Inuit me dice por señas que no es ese el elegido. Avanzamos unos metros más, veo el lomo del otro, pongo una flecha en el arco, coloco el disparador… El guía se ha quedado parado. Avanzo unos metros rodeando la colina, el animal está de culo y me acerco aún más. Debe sentir mi presencia y se gira. Monto el arco, me mira tranquilamente, le tengo apuntando entre los ojos. Si fuera un arma de fuego dispararía sin más, pero dudo de la penetración de una flecha en el cráneo de un animal que conozco y sé que tiene una estructura ósea muy fuerte.
ESPERANDO EL MOMENTO
Lentamente, el sorprendido animal se gira hacia la derecha. Aguanto hasta que esté totalmente lateral, reafirmo la puntería sin prisas y, sin apenas sentirlo, aprieto el gatillo. Veo la flecha clavada en el sitio deseado y una brutal explosión de sangre producto de las afiladas y mortales cuchillas. El animal herido de muerte se aleja, apenas con un trote vacilante. Su compañero no se junta con él. Me acerco al cuerpo caído. He aprobado mi revalida de arquero.
Knud Rasmussen (1879-1933), el padre de la Esquimología
En 1902 se apuntó a la excursión de Mylius Erichsen´s y pudo conocer a los Inuit de la zona polar del norte por primera vez. Estableció la estación de Thule, llamada Ultima Thule, en 1910. Y desde allí, con sus trineos tirados por perros, realizó las famosas Expediciones Thule en número de siete. La más conocida fue la “Quinta Expedición”. Siete hombres recorrieron 29.000 Kilómetros entre 1921 y 1924, cruzando la zona Ártica de Canadá para llegar a Siberia y al Pacifico. Fue la más larga expedición jamás realizada. Su objetivo fue estar en contacto con todas las comunidades de esquimales existentes.
En la “Séptima Expedición” sufrió una intoxicación por la comida que se complicó con una neumonía. Por ello tuvo que ser trasladado hasta Copenhague, donde falleció a los 54 años de edad. Dejó testimonio escrito de sus viajes, siendo el más popular el de “De Groenlandia al Pacífico”.
José García Escorial
2 comentarios
Claudia Herrera Muñoz
julio 07, 20:08Andy
mayo 11, 23:01