El corzo de Sudamérica

Si bien el corzo norteamericano se puede convenir que es el ciervo de cola blanca, en Sudamérica no cabe duda que su equivalente no es otro que el que ha heredado casi hasta su nombre: la corzuela. Las diez especies de este poco conocido ungulado pueblan el continente desde México a la Patagonia, sin haber alcanzado hasta la fecha la importancia como especie cinegética que sin duda tiene.

Si bien el corzo norteamericano se puede convenir que es el ciervo de cola blanca, en Sudamérica no cabe duda que su equivalente no es otro que el que ha heredado casi hasta su nombre: la corzuela. Las diez especies de este poco conocido ungulado pueblan el continente desde México a la Patagonia, sin haber alcanzado hasta la fecha la importancia como especie cinegética que sin duda tiene.

Cuenta una leyenda peruana que hace mucho tiempo vivió un hombre muy rico que tenía un hermano pobre al que despreciaba. Un día en el que se celebraba una fiesta por el cumpleaños de su hijo, el hermano pobre se presentó a pedir una limosna, sin conseguir otra cosa aparte de ser expulsado de la casa, viéndose obligado a deambular por la selva sin abrigo ni alimento…

Bueno, para resumir, el caso es que después de quedar demostradas la generosidad y bondades del hermano pobre y la perversidad del hermano rico, una especie de hados del bosque condenaron a vagar a este último por la montaña, huyendo de perros y hombres, convirtiéndolo en ciervo.

La leyenda no lo especifica, pero si tuviera que apostar en qué especie de cérvido fue convertido este desafortunado millonario, lo haría doble contra sencillo a que fue en alguno de los miembros del género Mazama, una corzuela, y no digo esto por el aspecto un tanto malvado que le dan a este ungulado sus pequeños y tiesos cuernecillos de fauno, apostaría por una corzuela porque sería casi el único candidato posible, eso suponiendo que la historia se sitúe en un tiempo anterior a las múltiples introducciones de cérvidos alóctonos de todo tipo que se han hecho en Sudamérica en el siglo pasado.

Resulta curioso que la fama de gran destino cinegético que tiene el cono sur americano en cuanto a caza mayor se refiere, se deba casi exclusivamente a la caza de especies introducidas como el ciervo rojo y el jabalí, y que raramente se mencionen especies autóctonas de altísimo valor como pueden ser las corzuelas, los venados de las pampas, los de los pantanos, o los pecaríes, y que muchas veces ni siquiera los cazadores locales las valoren como se debería.

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Corzuela parda o viracho.

No tengo noticias de repoblaciones con corzuelas, es posible que se haya hecho alguna en México, donde son algo más apreciadas y donde creo que el cazar una de ellas es garantía de haber practicado una caza salvaje y de calidad, en contraste con lo que suele suceder con especies introducidas como el ciervo rojo, que por lo general se cazan en fincas cerradas.

Estos pequeños cérvidos están perfectamente adaptados a su entorno y su pequeño tamaño es una consecuencia de la selección natural, que les permite moverse con sigilo y rapidez entre el espeso matorral donde viven, suponiendo un auténtico reto para el cazador.

En cuanto a su trofeo, aunque pequeño, muestra multitud de variaciones según las distintas especies y particularidades comunes que lo hacen muy interesante.

Una característica curiosa y que es contraria a lo que sucede con nuestros corzos, es que su cuerna recién limpia de borra es de un intenso color café, para ir aclarándose según la frotan con las ramas.

Las similitudes con nuestros corzos no son únicamente fruto de una convergencia evolutiva por ocupar nichos parecidos, también son fruto de la herencia genética de antepasados comunes no muy lejanos. Los cérvidos tienen un origen euroasiático, y su llegada al Nuevo Mundo se produce a través del estrecho de Bering en los albores del Pleistoceno.

Cuando a finales de esta época geológica los ungulados traspasan el istmo de Panamá, ocupan y se adaptan a multitud de nichos aprovechando la ausencia de bóvidos, dando lugar a los actuales géneros de cérvidos sudamericanos, los de mayor tamaño con cuernas ramificadas: ciervos de los pantanos (Blastocerus dichotomus), huemules (Hippocamelus bisulcus), ciervos de las pampas (Ozotoceros bezoarticus) y los ciervos mula y de cola blanca (Odocoileus), así como a los de pequeño tamaño con cuernas simples, que son el pudú (Pudu puda), único representante de su especie, y los que nos ocupan, las corzuelas del género Mazama.

Las corzuelas tienen una amplia área de distribución en las sabanas arbóreas, bosques y selvas sudamericanas, que va desde México a la Patagonia, y prácticamente en todos los países centro y sudamericanos podemos encontrar algún representante de la especie. El número de corzuelas distintas no está claro, la primera revisión taxonómica del género se hace a principios del siglo pasado atendiendo sobre todo a diferencias de coloración y tamaño, dando lugar a dieciocho especies, aunque años más tarde quedan reducidas a seis y en la actualidad se acepta con más o menos consenso la existencia de diez especies.

Es posible que, igual que las corzuelas han seguido, biológicamente hablando, caminos paralelos a los del corzo, también el interés por su caza tome los mismos derroteros dando el salto que hace pocas décadas dio la caza de corzos en España y alcanzando el estatus que merece. •

Venado-Temazate

Venado Temazate

Venado temazate (Mazama temama)

México, Guatemala, Belize, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Panamá y Colombia

Longitud: 70 a 140 cm

Altura: 65 a 75 cm

Peso: 25 a 45 kg

También conocida como venado cabrito, tilopo, coachochoco o venado de montaña, perteneció durante años al mismo género que la M. americana.

Esta corzuela empieza a ser apreciada como trofeo de caza ya que está incluida en el “Gran Slam” de los venados mexicanos, por lo que se han empezado a llevar a cabo proyectos de densidades de población y estado de conservación, de cara a la gestión cinegética de la especie.

 

Corzuela parda (Mazama guazoubira)

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Corzuela Parda

Uruguay, Paraguay, Argentina Bolivia y Brasil

Longitud: 80 a 120 cm

Altura: 50 a 65 cm

Peso: 15 a 25 kg

El viracho o gauzuncho seguramente sea la especie que más pueda parecerse al corzo europeo, tanto físicamente como en su comportamiento.

Sus cuernas simples llegan a medir unos 12 cm.

En su amplia zona de distribución se puede encontrar gran variedad en tamaños y coloración, que va desde el marrón rojizo en sabanas al gris en las zonas boscosas.

A pesar de la desigual regulación de su caza en su área de distribución, sus poblaciones gozan de buena salud.

Corzuela roja (Mazama americana)

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Corzuela Roja

Colombia, Venezuela, Guayanas, Surinam, Brasil, Costa

Rica, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Paraguay y Tobago

Longitud: 70 a 140 cm

Altura: 65 a 75 cm

Peso: 30 a 45 kg

Es la corzuela de mayor tamaño. Habita bosques de matorral espeso y selva  cerca del agua hasta 5000 m.

Su tímido carácter y su gusto por las amplios bosques salvajes y cerrados de monte ha hecho que mantenga un buen estado de sus poblaciones.

Existe gran variabilidad de tamaño, colorido y longitud de sus pequeños cuernos simples que pueden alcanzar los 14 o 15 cm, lo que ha dado lugar a que se reconozcan una docena de subespecies.

 

Temazate pardo de Yucatán (Mazama pandora)

México, Belice y Guatemala.

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Temazate pardo

Longitud: 70 a 140 cm

Altura: 65 a 75 cm

Peso: 25 a 40 kg

Conocido por los mayas como yuc, es una especie endémica de la península de Yucatán recientemente reconocida.

Aunque sus áreas de distribución se solapan, este es de color más pardo que el tamazate, de cráneo más redondo y de cuernos más pequeños.

La alteración de su hábitat es el principal problema para su conservación.

El yuc ha supuesto tradicionalmente un importante recurso para las múltiples comunidades indígenas de la zona y ha sido cazado tanto como recurso alimenticio y por su piel, como para proteger sus cultivos de maíz y frijoles.

Corzuela parda amazónica (Mazama nemorivaga)

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Corzuela Parda Amazónica

Colombia, Venezuela, Guyanas, Surinam,  Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia e Isla San José (Panamá)

Longitud: 70 a 140 cm

Altura: 65 a 75 cm

Peso: 25 a 40 kg

Habita bosques y selvas tropicales y subtropicales hasta los 1500 metros sobre el nivel del mar. Ha sido la última especie reconocida como tal (año 2000).

Su estado de conservación es bueno y los problemas locales están más relacionados con enfermedades transmitidas por el ganado doméstico y por la alteración de su habitat, no tanto por la caza.

Su área de distribución, que se extiende por la cuenca del Amazonas y el Mato Grosso, encaja como las piezas de un puzle al sur con la de la corzuela parda, cuyos dominios son las cuencas de los ríos Uruguay, Paraná y San Francisco.

 

LAS MÁS PEQUEÑAS

Corzuela roja pequeña (Mazama bororo)

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Corzuela Roja Pequeña

Brasil

Longitud: 60 a 80 cm

Altura: 40 a 55 cm

Peso: 15 a 20 kg

Especie endémica de la selva atlántica del suroeste de Brasil, concretamente de los estados de Paraná y Sao Paulo, descrita por la ciencia en 1996.

Su apariencia es similar a la corzuela colorada aunque mucho más pequeña, estando más cerca de la corzuela pigmea, que es la más cercana en su área de distribución de las corzuelas pequeñas.

Corzuela del páramo (Mazama rufina)

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Corzuela del Páramo

Colombia, Ecuador y Perú

Longitud: 60 a 80 cm

Altura: 30 a 45 cm

Peso: 10 a 15 Kg

La corzuela del páramo o soche, junto a M. nana y M. bricenii, formó en su día una única subespecie. Su nombre científico “rufina” alude a su color rojo, por lo que no puede confundirse con el pudú (Pudu puda), que no es rojizo y además tiene patas más cortas y menor tamaño.

La caza de estas pequeñas especies puede resultar  también muy familiar al corcero europeo, ya que sus costumbres y comportamiento recuerdan mucho a los de nuestros corzos, quizás con la salvedad de que puede parecerle estar cazando en Liliput.

 

Corzuela pigmea (Mazama nana)

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Corzuela Pigmea

Brasil, Argentina y Paraguay

Longitud: 60 a 70 cm

Altura: 30 a 45 cm

Peso: 12 a 15 kg

Fue considerada una subespecie de M. rufina hasta 1987, cuando, dadas sus diferencias morfológicas producto de su evolución a gran distancia una de otra, se decidió considerarla una especie aparte.

Su hábitat está en gran medida alterado por el hombre, así que es muy posible que haya desaparecido de muchas zonas y no existen estudios modernos sobre su estado.

Locha o candelillo (Mazama bricenii)

Locha-o-Candelillo

Locha o Candelillo

Colombia y Venezuela

Longitud: 60 a 70 cm

Altura: 30 a 45 cm

Peso: 10 a 15 Kg

También conocida como venado matacán andino, la locha puede considerarse la corzuela de montaña, ya que habita bosques entre los 1000 y 3600 metros de altura.

También se la incluye en ocasiones como una subespecie de M. rufina.

Su hábitat también se ha visto afectado por la actividad humana, así que su estado de conservación es considerado como vulnerable.

 

 

Corzuela enana (Mazama chunyi)

corzuela-enana

Corzuela enana

Colombia y Venezuela

Longitud: 50 cm

Altura: 30 cm

Peso: 11 o12 kg

Corzuela endémica de Bolivia y sur de Perú, es el representante más pequeño de la especie.

Aunque se le han adjudicado en los últimos años nuevos territorios de distribución, como el Machu Picchu en Perú, y se ha ampliado en un 40% su área de distribución en Bolivia, su hábitat se encuentra bastante degradado y el número de efectivos, aunque más dispersos, parece haber descendido.

HISTORIA DE UN RÉCORD

Corzo-en-Sudamerica-4Corzuelas como hemos visto las hay de muchos tamaños y colores y ocupan gran variedad de hábitats, sobre todo boscosos y selváticos, incluso de montaña.

Se las caza en batidas más o menos convencionales, con o sin perros, con armas de fuego, blancas o con redes, incluso con arcos y cerbatanas y sobre todo hembras, si atendemos a los datos que arrojan algunos estudios, en los que se afirma que entre un 70 y un 80% más que machos.

En los documentales de la 2 sobre tribus amazónicas hemos visto muchas de estas cacerías. Pero el cazador europeo puede intentar un rececho tradicional, aunque las condiciones del entorno suelen invitar más a decidirse por una espera.

Al amanecer y a última hora de la tarde salen a comer a zonas algo más abiertas y claros en el monte, manteniéndose en las lindes atentas a cualquier amenaza, ¿le suena, verdad? Sus grandes ojos les permiten ver bien tanto de día como en la oscuridad, mejor que los corzos, y sus orejas, también mayores en proporción que las del corzo, hace suponer que su oído es al menos como el de este. Para complicar más las cosas, también su olfato es muy bueno.

El viracho de la tabla fue cazado en una espera; no conservo muchas fotos de ese viaje, nos robaron la mitad del material fotográfico, carretes impresos incluidos, aunque había una foto con tres corzuelas hechas a la luz de los faros de una pickup que tampoco he encontrado.

Llevábamos varios días haciendo kilómetros y durmiendo en tienda de campaña cazando tinamúes y un nativo nos animó a intentar una tarde hacernos con una corzuela en un monte cercano.

La única opción era usar las escopetas, y al no tener balas, vaciamos unos cartuchos de séptima y recargamos con “tigreras”, unas postas finas que habíamos comprado en un establecimiento tipo los antiguos ultramarinos asturianos en los que puedes encontrar desde una lombarda a un uniforme de acomodador de cine con gorra y linterna.

Con poca fe me aposté sentado en un tronco caído, de cara a un espacio de monte menos cerrado al que no daba aire. Ante mi asombro, cuando el sol se ocultó viví un lance familiar, una auténtica corza avanzaba entre el monte hacia un estrecho paso que tenía en la otra orilla del claro.

La habría disparado sin dudarlo; el objetivo no era cobrar un trofeo, pero entre la maleza advertí que otro animal de al menos el mismo tamaño la seguía, y por las hechuras me pareció que podía ser un macho, así que me preparé para dispararle. Saltó la hembra el estrecho paso y pensé que quizás la distancia era un poco excesiva, pero la suerte estaba echada y al ver al macho saltar detras apreté el gatillo.

La detonación fue un éxito, no siempre estas recargas caseras cumplían su cometido correctamente, y el viracho cayó muerto. Su trofeo me pareció diminuto, pero los propios de la zona me aseguraban que era tremendo y que nunca habían visto uno así. En cualquier caso, de verdad que no habría cambiado ni la hembra por el mayor ciervo rojo de Bariloche.

Pablo Capote Urosa

One Reply to “El corzo de Sudamérica”

  1. antonio rovira dice:

    Que artículo tan mal escrito….

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