El ciervo ibérico

Es tiempo de ciervos, por lo que le hemos pedido al director de la Cátedra de Recursos Cinegéticos y Piscícolas de la Universidad de Córdoba que nos proporcione en este artículo la información que a su juicio resulte clave para que podamos conocer más a fondo a nuestro ciervo de Iberia, subespecie única y un verdadero tesoro natural y cinegético. No en vano, en España se cazan cada temporada unos 120.000 ciervos y su población total, incluyendo las crías, supera ya los 900.000 ejemplares.

Un tesoro natural y cinegético

Es tiempo de ciervos, por lo que le hemos pedido al director de la Cátedra de Recursos Cinegéticos y Piscícolas de la Universidad de Córdoba que nos proporcione en este artículo la información que a su juicio resulte clave para que podamos conocer más a fondo a nuestro ciervo de Iberia, subespecie única y un verdadero tesoro natural y cinegético. No en vano, en España se cazan cada temporada unos 120.000 ciervos y su población total, incluyendo las crías, supera ya los 900.000 ejemplares.

Se acerca el otoño y con él un momento clave para los ciervos. Las crías, los cervatillos, sólo podrán desarrollarse en buenas condiciones si nacen en primavera, cuando la cantidad de alimento para sus madres y para ellas mismas se encuentra en su apogeo. La naturaleza, es decir, la selección natural, ha hecho que las ciervas programen su reproducción ajustando la fecha de ovulación de modo que tengan tiempo para una gestación de unos ocho meses y las crías puedan nacer en el momento adecuado. El mejor momento para los nacimientos es entre abril y mayo. Eso nos lleva a que lo ideal para una hembra sería entrar en celo a partir de mediados de agosto. Sólo algunas hembras lo hacen en ese momento, porque hay que estar en muy buena condición para decidirse a ello cuando todavía no ha terminado el riguroso verano de Iberia (Carranza, 2004).

El venado es lo que se conoce en la literatura científica como un “capital breeder” (Festa-Bianchet et al. 1998). Es decir, su presupuesto para la reproducción se basa en la suma de las reservas que ha acumulado (su condición física) más los recursos que pueda conseguir durante todo el proceso de reproducción. Esta cuenta les sale favorable a las hembras de edad madura y experimentadas, pero no tanto a las jóvenes o a las que se encuentran en condiciones de alta densidad, años malos, etc. Algunas hembras prefieren no embarcarse en la tarea y esperar al año siguiente o, si la empiezan, “abortan la operación”. Cuando menos, las circunstancias desfavorables provocan retrasos en el celo y por tanto en el momento del nacimiento de las crías, mermando así sus posibilidades de llegar a un pleno desarrollo de adultos (Clutton-Brock et al. 1993; Moyes et al. 2006). Como compromiso entre todos esos factores, la berrea típica se suele centrar sobre septiembre y parte de octubre y el nacimiento de las crías se produce en mayo y junio. Septiembre es por tanto un momento clave: el inicio de todo el proceso reproductivo.

La ovulación de las hembras desencadena la competencia entre los machos, que se han venido preparando desde la berrea anterior para llegar hasta aquí en buenas condiciones. Han comido y acumulado reservas durante el final del otoño, el invierno y la primavera, han hecho crecer sus cuernas hasta bien entrado el verano y han revisado sus relaciones sociales, especialmente han chequeado sus posibilidades de mantener un estatus de dominancia por encima de los rivales. Al igual que las hembras, los machos también deben decidir si es su tiempo para apostar por la reproducción o no. Aunque casi todos intentan algo, los que consideran que sus posibilidades de dominar a los rivales son bajas no gastan mucho esfuerzo, pues prefieren más bien reservarse para el año siguiente. Su autoestima para competir es fundamental y se basa en la información que tienen de ellos mismos, es decir, de su tamaño, edad, condición física, pero también de lo que ven a su alrededor, de cómo ven a sus rivales. Sólo si hay pocos machos grandes, los jóvenes o medianos lo intentarán (Carranza et al. 2012).

Su decisión se difunde a los cuatro vientos a través de los canales comunicativos disponibles: el sonido de la berrea que llega a larga distancia (Passilongo et al. 2013), la comunicación química mediante las feromonas en las secreciones glandulares y en la orina que tiñe de negro toda su barriga (Martín et al. 2014) y la comunicación visual mediante su propia imagen y lenguaje corporal. Sólo los venados que han decidido invertir fuerte ese año en intentar ganarle hembras a los rivales se emplearán en esa publicidad multicanal. Los que se deciden intentan defender territorios en lugares clave para las hembras (Carranza et al. 1990). Si no lo consiguen, intentan seguir a grupos de hembras mientras sean capaces de resistir los embates de otros pretendientes.

El Ciervo Iberico

Una subespecie de gran singularidad

El ciervo de la Península Ibérica tiene un importante valor tanto cinegético como de conservación. En su vertiente cinegética es, con diferencia, la especie de caza mayor que más renta genera. En España se cazan unos 120.000 ciervos y la población total, incluyendo las crías al nacimiento, debe superar ya los 900.000 ejemplares. Un ambicioso proyecto financiado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía ha estudiado recientemente la renta generada por la caza en las áreas de monte en esta comunidad autónoma. Es especialmente interesante la renta ambiental generada, es decir, aquella que se produce sin inversiones específicas, únicamente debido a la propia reproducción de los animales alimentándose de la vegetación natural. Las cifras finales se encuentran aún en elaboración (ver http://www.recaman.es/), pero está claro que el ciervo es la especie que más contribuye a la renta derivada de los ungulados silvestres. En esta comunidad autónoma se extraen al año unos 45.000 ciervos, de los cuales unos 29.200 son machos, la mayoría cazados, pero también parte de ellos abatidos por furtivos, con una población total estimada en la región de unos 368.000 individuos incluyendo crías al nacimiento (Carranza et al., datos no publicados).

Como especie de la fauna autóctona, el ciervo ibérico está reconocido como una subespecie diferente (Cervus elaphus hispanicus). Nuestro ciervo ha sido el origen de todos los ciervos de Europa occidental que llegan hasta Escocia o Noruega. Hace unos 12.000 años, la mayor parte de Europa estaba bajo los hielos glaciales y los ciervos estaban refugiados en áreas del sur como la Península Ibérica, Italia y los Balcanes. Al retirarse los hielos, los ciervos de Iberia se expandieron hacia el norte recolonizando los territorios que iban quedando disponibles hasta el Reino Unido y Escandinavia. Recientemente hemos descubierto que en Iberia los venados no estuvieron todos juntos, sino que hubo al menos dos áreas de refugio que se mantuvieron aisladas (ver número de TROFEO de marzo de 2014). Los ciervos de uno de estos refugios dieron lugar a los que hoy están en Extremadura, principalmente en la Sierra de San Pedro. Los del otro refugio se han extendido por el centro y sur de España y fueron los que dieron lugar a las poblaciones que se expandieron hacia el norte durante los últimos 10.000 años y originaron las subespecies del noroeste de Europa (Carranza et al. en revisión).

Las características naturales de nuestras poblaciones de ciervos, marcadas en su ADN, deben ser un objetivo central de conservación como parte de la Biodiversidad natural de la Península Ibérica. Esto significa evitar a toda costa las introducciones de ciervos foráneos, pero también los movimientos indiscriminados de animales entre los dos linajes españoles. Desde el año 2003 se vienen realizando análisis genéticos a los mayores trofeos de ciervo que homologa la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza en España (Carranza et al. 2003), y desde 2010 este control se ha puesto en marcha también en la Comisión Nacional de Homologación de Trofeos de Portugal. Además de evitar las introducciones, la conservación genética requiere llevar a cabo una gestión que cuide el mantenimiento de los procesos naturales más importantes (Mysterud, 2010). Prácticas como la selección artificial, sea en campo o en granjas, la reproducción dirigida, sea mediante cercados de manejo o inseminación artificial, ponen en riesgo la actuación de los procesos de selección natural, que son los que mantienen las características genéticas de las poblaciones.

Densidades y vegetación

Las malas condiciones de las poblaciones van a menudo asociadas a sobreabundancia y fuertes impactos sobre la vegetación natural. Los impactos excesivos y, en definitiva, la no sostenibilidad del sistema ocurren cuando las densidades sobrepasan lo que la vegetación natural puede mantener. La densidad admisible varía mucho según las características de cada área, pero los ecosistemas mediterráneos del sur de Iberia suelen admitir mayores densidades que otros lugares del centro y norte de Europa.

Muchas áreas del sur y suroeste de España pueden llegar a mantener densidades cercanas a 30 ejemplares por kilómetro cuadrado sin graves impactos sobre la vegetación o sobre el desarrollo y reproducción de los animales (Carranza et al. 2006). Pero no todos los terrenos son tan buenos, de modo que es muy frecuente en muchas áreas que se aprecien problemas en los animales y en el medio debido a las altas densidades que se pretenden mantener de modo artificial a base de comida suplementaria o simplemente porque no se eliminan las hembras necesarias y las densidades se elevan hasta que la propia población lo acusa. Los animales en altas densidades muestran una condición corporal deficiente y escasa capacidad de respuesta inmune, por lo que aparecen problemas sanitarios, escasos desarrollos de cuerpo y trofeos… e incluso muchas hembras no se reproducen o pierden a las crías tempranamente. Y además, la vegetación sufre de fuertes impactos que la hacen entrar en regresión (Torres-Porras et al 2009). La situación de sobreabundancia es insostenible desde todos los puntos de vista, por lo que este tema debe ser una prioridad para cualquier gestor, teniendo en cuenta además que la carga ganadera es la suma de los efectos de todas las especies, silvestres y domésticas, que aprovechan los mismos recursos.

El ajuste entre la densidad de ciervos y la capacidad de la vegetación para mantenerlos también se puede mejorar atendiendo a la vegetación. La vegetación mediterránea produce alimento para los ciervos desde sus tres estratos principales: el arbóreo, arbustivo y herbáceo, en distintos momentos del año. La sucesión adecuada de estas ofertas de alimento puede aumentar considerablemente la capacidad de un terreno para admitir ciervos. La época de mayor abundancia de comida es primavera, pero lo que limita a una población de herbívoros es la época de escasez. El principal limitante en la mitad sur de Iberia es el verano y principios de otoño (Bugalho y Milne, 2003). En ese momento son las plantas arbustivas y los árboles (mediante frutos como las bellotas) los que pueden mantener a los ciervos hasta que las lluvias de otoño hagan crecer de nuevo la hierba.

La estructura en mosaico de la vegetación, intercalando áreas de praderas con las zonas de bosque y matorral, es el mejor medio de mantener saludable tanto a los ciervos como a la propia vegetación, a la vez que favorecer la biodiversidad. El mosaico de vegetación y la secuencia de alimentos diferentes constituyen las claves por las cuales los ecosistemas mediterráneos admiten más ciervos que los del norte de Europa. En áreas del norte, el momento limitante es el invierno, cuando la productividad vegetal cae hasta prácticamente cero, mientras que en el verano del sur esta caída no es tan fuerte si existen las especies del matorral mediterráneo que se mantienen verdes, productivas y comestibles para los ciervos que se han adaptado a ellas durante miles de años (Martínez et al. 2009). Las dehesas del sur, moldeadas tradicionalmente para el ganado, deben incorporar mosaicos de matorral, tanto por su propia subsistencia, al favorecer estas zonas la regeneración natural del arbolado, como por motivos productivos si se orientan a la explotación cinegética.

Gestión cinegética integral

El ciervo en la Península Ibérica ofrece una excelente oportunidad para explotar de modo sostenible un recurso natural en condiciones ventajosas respecto a otras áreas de Europa. Para conseguir esto, es necesario preservar la autenticidad de nuestro ciervo como único en el mundo. No tiene sentido ofrecer ciervos de Europa del este en España. En sus países de origen se crían mejor. Aquí tenemos otro ciervo que ellos no tienen. Puede que a algún propietario en particular o para alguna granja le pueda resultar interesante a corto plazo vender ciervos no ibéricos, pero para el conjunto del sector cinegético en España es nefasto.

Conocer al venado de Iberia es fundamental para su gestión. No hay espacio en este artículo para más detalle, pero no podemos basarnos en parámetros extranjeros de crecimiento, desarrollo de cuernas, longevidad, etc. Nuestros venados producen sus máximos desarrollos a los ocho años aproximadamente y difícilmente sobreviven más allá de los once. Las hembras, en cambio, superan los 18, manteniendo en buen nivel sus capacidades reproductivas (Carranza et al. 2004).

La explotación sostenible del ciervo debe tener en cuenta otros usos y aprovechamientos que confluyen en los mismos territorios. Por una parte, el turismo, que debe verse como una oportunidad en crecimiento. En muchos países ver animales vivos deja más dinero que cazarlos, y además ambas cosas no son incompatibles. Por otra parte, están los usos agroganaderos. Las interacciones entre ciervos y ganado resultan cada vez más problemáticas, especialmente por la transmisión de enfermedades. Una de ellas, de gran calado económico, es la tuberculosis. Probablemente procedente del ganado vacuno en primera instancia, pero luego acantonada en reservorios silvestres y reinfectando a los rebaños de vacuno saneados, constituye una preocupación grave en muchas áreas de monte mediterráneo. Los estudios recientes han demostrado que el jabalí es la especie central sobre la que pivotan estos contagios, ya que resiste la enfermedad pero la transmite a todas las especies con las que interacciona. La gestión de los ciervos debe tratar de evitar los contactos con los jabalíes. Para ello nunca debemos aportar a los ciervos alimentos atractivos para el jabalí, como por ejemplo el maíz, ya que favorecen los contactos entre ambas especies y el aumento de la prevalencia de tuberculosis en los ciervos y en las especies domésticas con las que éstos puedan contactar (Castillo et al. 2011).

Los planes comarcales, los planes de gestión integral de fincas, la certificación de calidad cinegética… son iniciativas en la dirección de promover una gestión sostenible y compatible con otros usos (Carranza y Vargas, 2007). El ciervo es una pieza fundamental no sólo en la gestión de la caza mayor en España, sino también en la gestión de otros muchos usos con los que interacciona, así como en la conservación de muchas áreas naturales y especies amenazadas en España.

La presencia de ciervos siempre ha estado ligada a áreas de gran interés en conservación, muchas de ellas convertidas en espacios naturales protegidos. El destino de muchas de estas zonas pasa porque los criterios de gestión del ciervo sean compatibles con su mantenimiento (Carranza, 2009).

Debemos considerar a “nuestro” ciervo como un tesoro natural. Es un elemento de la fauna que puede ser explotado y aportar beneficios económicos al titular del aprovechamiento, pero que no por eso deja de ser parte de la naturaleza. Si hacemos que el venado, como otras especies, deje de ser un animal de la fauna silvestre, estaremos acabando con el concepto y esencia de la caza, además de hacer insostenible e indefendible la actividad. El ciervo es parte importante del patrimonio natural. Conservarlo significa no alterarlo bajo conceptos productivos. Como animal silvestre que es, es producto de la selección natural. No lo hemos fabricado nosotros, pero debemos cuidarlo porque ahora está en manos humanas.

El objetivo: lograr una población equilibrada

Para preservar la genética natural de los ciervos es necesario que las poblaciones estén equilibradas en cuanto a la proporción de machos y hembras y, a su vez, la pirámide de edad de los machos cuente con los ejemplares de cada edad que garantizan tanto la competencia por las hembras como la renovación generacional.

Ni el modelo actual de fincas abiertas ni el de cotos cercados son los ideales. Habría que tender a la gestión de grandes áreas sin cercas cinegéticas, donde cada propietario pudiera mantener una explotación adecuada de los recursos cinegéticos de su terreno dentro de una gestión conjunta que no ponga en riesgo el mantenimiento de las poblaciones, lo cual evidentemente no es fácil. Los planes de áreas cinegéticas, la certificación de calidad o la homologación de trofeos diferenciada según tipos de terrenos pueden contribuir, pero aún queda mucho. Debemos avanzar con decisión en esa dirección por el bien de la sostenibilidad del recurso cinegético y ambiental que suponen las poblaciones de ciervos y los ecosistemas en que se encuentran. Ecosistemas que tienen alto valor para la conservación de la fauna y la flora ibéricas y que albergan a las especies más emblemáticas.

Fincas abiertas vs cercadas

Los ciervos en España se encuentran en modelos de cotos muy diferentes. En el norte, al menos por ahora, predominan las grandes áreas sin cercar con densidades moderadas. En el sur hay básicamente tres tipos. Uno es similar al del norte, con grandes áreas sin cercas cinegéticas, como es el caso de Cazorla o Sierra de Baza y Filabres. Pero los que predominan en el sur y el oeste de España son los cotos de tamaño entre 700 y 2.000 hectáreas (aunque los hay mayores), abiertos o cercados con malla cinegética. Pero ambos mantienen en general densidades más altas que las grandes áreas abiertas. La principal diferencia que la malla cinegética produce entre los cotos abiertos y cercados es que en los cercados el gestor puede mantener mayor control sobre las poblaciones, mientras que en los abiertos los animales se mueven por varios cotos vecinos. El control sobre las poblaciones lleva a los gestores a mantener proporciones de sexos más equilibradas y machos de todas las edades, incluyendo aquellas en las que producen los mejores trofeos. En las fincas abiertas, por el contrario, se produce el efecto de la “tragedia de los comunes” (Torres-Porras et al. 2014), donde el titular de un coto tratará de cazar el máximo número de venados aunque eso signifique que no van a llegar a edades de trofeo. Y también cazará pocas hembras, a menos que el precio de la carne le compense.

La situación de desequilibrio de sexos y de escasez de venados maduros que se produce en las fincas abiertas tiene consecuencias que van más allá de los resultados cinegéticos. La genética de esas poblaciones se resiente, ya que los machos que cubren a las hembras no son los vencedores tras la competencia sexual (apenas hay berrea), sino cualquiera que esté vivo (es decir, que se ha escapado de la anterior montería), debido a la ausencia de venados grandes y a la abundancia de hembras para todos (Pérez-González et al. 2009). Esos machos jóvenes suelen ser además parientes de las hembras, ya que no han necesitado alejarse mucho de su lugar de nacimiento para encontrar hembras disponibles (Pérez-González y Carranza, 2009). Eso produce consanguinidad, paradójicamente en fincas abiertas, y problemas asociados como, por ejemplo, machos con cuernas muy pequeñas o incluso sin ellas (Pérez-González et al 2010).

Juan Carranza Almansa Cátedra de Recursos Cinegéticos y Piscícolas (Universidad de Córdoba y Consejería  de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía) http://www.uco.es/crcp/ Campus de Rabanales. 14071. Córdoba.

Fotos: Ramón Arambarri y autor

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2 Replies to “El ciervo ibérico”

  1. Maria cristina Junyent dice:

    En Argentina, crian venados y ciervos hembras para los coto de caza? O cazan o sea asesinan hembras en cacerías furtivas? Gracias

  2. Me gustan más que los recechos las batidas en lugares donde tengan que disminuir las poblaciones las reservas están llenas pero también en esta especie alguna espera y aguardo nocturnos pero al jabalí de verdad de esos que te huelen a dos km y ya no se arriman esos si ponen los pelos de punta anda joselu dile a emiliano a ver si te deja anda que echas cada grito y mi primo Andrés también pero que no vayan juntos jajajaja que se van a picar y van a tirar sin control mejor juntos pero no revueltos yo con las amigas a dejarlas en feo jajajaja que se piquen si hombre si que tiraremos todos

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