Esperas de jabalí, 5 consejos para pistear con éxito

Aunque precisemos el disparo y este sea mortal de necesidad, hay ocasiones en las que el jabalí, por su especial dureza, no cae en el sitio y huye recorriendo una cantidad de metros que, aunque a veces no sea grande, de noche nos puede complicar su cobro. Es el momento de comenzar a pistear.

Hace tan solo unas horas he regresado de hacer una espera al jabalí. La noche ha sido larga. A las 11 entraron dos jabalíes al montón de maíz que puse recientemente junto al entradero del pinar.

El bidón hace semanas que no lo tocan, a buen seguro escarmentados por los que han caído mientras comían en él, así que decidí ponerles comida en un sitio que les pudiese resultar más cómodo para ellos y del que recelaran menos.

La idea ha funcionado, en apenas un mes ya han caído tres contando el de esta noche pasada.

La luz de la luna ha sido suficiente para verlos a través del Burris sin tener que encender la linterna. El punto rojo de este visor es una maravilla pues no deslumbra nada y permite colocar el tiro con toda precisión.

Ya que los dos eran del mismo tamaño decidí tirarle al que mejor colocado estaba. Centré el punto sobre la zona del corazón y pulmones en la silueta negra del jabalí.

Consejos para conseguir el disparo perfecto al jabalí

Disparé y lo vi salir corriendo tocado, mientras el otro huía en otra dirección. Estaba claro que iba tocado y el disparo era mortal, pero me tocaba pistear.

Dejé pasar unos minutos que aproveché para llamar a mi mujer y decirle que llegaría tarde, a la vez que daba tiempo para que el jabalí muriera.

Luego, cogí el rastro y lo seguí hasta un punto en el que adentraba a una zona de pinar y matorral bastante espeso en el que lo perdí. Decidí regresar al punto del disparo y volver a comenzar el rastreo.

Marqué el último punto de sangre con una piedra y recorrí palmo a palmo los alrededores.

Encontré el rastro que iba en dirección a un pimpollar espeso cubierto de aliagas y romeros. Al final encontré al jabalí muerto.

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Aunque la calidad no es muy buena, en las imágenes se ven perfectamente las marcas de sangre que dejó el jabalí al intentar saltar, sin éxito, las ramas que le cerraban el paso.

Tuvo su final al llegar a un punto en el que unas ramas de pino formaban un círculo e impedían su paso. Por las señales de sangre en ellas deduje que intentó saltarlas pero al faltarle fuerza cayó muerto a sus pies.

Un macho de unos 70 kg que me tocó sacar del monte hasta el algarrobo donde los limpio a más de 100 metros y que puso al límite mis fuerzas.

Esto forma parte de la caza y hay que aceptarlo así.

Los últimos cuatro jabalíes, incluido este, he tenido que pistearlos, junto con alguno más de mi compañero Toni.

Normalmente utilizo para las esperas un 30.06 y, en algunas ocasiones, un 243W con el que he abatido bastantes guarros con excelentes resultados pese a no ser un calibre muy tenido en cuenta para las esperas.

Curiosamente, de los cuatro, todos con tiros mortales en la zona de los pulmones, el que tiré con el 243W fue el que menos anduvo, apenas 25 metros antes de caer muerto.

Pistear de noche y además estando solo no es plato de buen gusto, pero a veces las ocasiones mandan cuando al día siguiente no nos es posible regresar al lugar y pistear con las primeras luces del día.

Así que no nos toca más remedio que buscar al jabalí de noche si no queremos dejarlo perder. Precisamente creo que por ir solo me ha tocado esforzarme más a la hora de pistear.

Pienso que la compañía, buena y recomendable siempre, nos hace sentirnos más relajados al creernos más protegidos y quizás descuidamos algunos detalles importantes.

Con esto no quiero decir que debamos ir solos, ni mucho menos; pero sí contar las experiencias que he tenido para que puedan servir de ayuda al lector.

1º. PRECISAR AL MÁXIMO EL DISPARO EN LA ZONA MORTAL

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Esto es fundamental. No es lo mismo pistear a un animal que va tocado de muerte o con una movilidad muy reducida, que andar detrás de uno que va herido pero con mucha vida.

Considero que hay tres tipos de disparos: los mortales al instante o tras una corta carrera; los que sin ser mortales limitan mucho la movilidad del animal, lo que nos ayudará a encontrarlo; y los que simplemente hieren sin ser mortales ni lograr inmovilizar y que nos harán perder la pieza.

La mejor zona para lograr un impacto letal es la comprendida en el tercio delantero del jabalí, que abarca la zona del pulmón-corazón, la parte alta del codillo y el cuello. El tiro a la cabeza siempre es arriesgado, por lo que siempre que se pueda aconsejo evitarlo.

La zona alta de la espalda coge la columna, que es un disparo que inmoviliza al animal aunque se necesite un tiro de remate.

Los peores disparos son los que impactan en el vientre del jabalí y lo atraviesan sin dañar partes vitales; el jabalí herido tendrá ocasión de escapar y recorrer una gran distancia que posiblemente le haga escapar del cazador aunque su final sea morir.

Un disparo en una zona mortal siempre es una garantía de hacerse con el jabalí; y lo mejor de todo, encontrarlo ya muerto.

2º. CONOCER EL TERRENO

Siempre que cacemos en un mismo cebadero es fundamental conocer todo el terreno que hay a su alrededor. Conocer los senderos, canilleros, entradas, bajadores, rascadores, bañas…, las zonas con claros, los pimpollares, aliagares…, las zonas de paso, ribazos…

Si conocemos el entorno sabremos movernos por él aun en la oscuridad de la noche y nos será de una enorme ayuda para saber por dónde ha pasado el jabalí y dónde puede estar.

La mejor forma de conocer el entorno es recorriéndolo por las mañanas al hacerse de día, evitando así que nuestro olor perdure hasta la hora del desencame. Inspeccionar todas las zonas de paso, ver los rastros que dejan: huellas, heces, rascaderos en árboles, revolcaderos…

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Con ello sabremos los recorridos que hacen por la noche y también los que posiblemente recorran en su huida, pues normalmente huyen por los mismos lugares por los que nos entran.

Si cerca del cebadero hay algún punto con agua –un río, una charca, etc.–, es bueno saberlo ya que al sentirse heridos suelen huir en busca del agua al encontrar en ella un relativo alivio.

En definitiva, todo lo que nos ayude a movernos en la oscuridad será bueno conocerlo.

3º. DAR TIEMPO

Si sabemos que el disparo está bien colocado no hay que tener prisa en comenzar a pistear. Un animal acosado, y más en el caso de un jabalí, es capaz de recorrer mucha más distancia de la que en principio podamos pensar a pesar de su herida mortal.

Malherido, un jabalí comenzará su huida pero a medida que pasen los segundos irá desconcertándose y perdiendo fuerza.

Si nadie lo acosa intentará encamarse en un lugar que le ofrezca seguridad, muy posiblemente el mismo en el que acabe muriendo.

En ocasiones es frecuente ver como describen un recorrido en círculo antes de caer muertos.

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Este gran jabalí, que resultó medalla de plata, con un disparo mortal en la zona de los pulmones. Lo dejamos tranquilo más de una hora antes de pistearlo. Lo encontramos muerto después de hacer un recorrido en círculo a unos 30 metros del comedero.

4º. TOMAR EL RASTRO DE SANGRE 

El rastro de sangre es el que nos va a llevar al jabalí. Comenzaremos en el punto en el que el animal estaba cuando le disparamos.

Lo normal, aunque no siempre es así pues depende del punto de impacto y de si la bala ha atravesado al jabalí, es que encontremos sangre en mayor o menor cantidad.

Dependiendo del terreno la sangre se ve mejor en unos sitios que en otros; sobre las piedras se ve muy bien la sangre fresca, en suelo de arena puede costar algo verla, sobre todo si ha pasado algo de tiempo y se ha absorbido.

Otras veces veremos la sangre sobre la vegetación, en los matorrales o en los mismos troncos de los árboles, señal de que el jabalí va muy tocado y no mantiene bien la estabilidad, por lo que en estos casos no andará muy lejos y encontrarlo suele ser cosa rápida.

esperas-pistear-piedrasCuando el disparo ha alcanzado la zona de los pulmones y del corazón la sangre aparece en grandes manchas de color rojo claro, desaparece durante unos metros y vuelve a aparecer otra gran mancha espumeante, incluso a veces con restos de pulmón y carne. Estas grandes manchas de sangre corresponden a la respiración del animal.

Hay que ir poco a poco pues de noche es muy fácil perder el rastro. Cuando llegamos a un punto en el que hay sangre lo mejor es marcarlo con una piedra grande junto a la sangre, una rama partida o cualquier otra cosa que nos ayude a mantenerlo.

A partir de un punto de sangre el animal puede cambiar de dirección, quizás nos vayamos hacia el lado equivocado y tengamos que volver al último punto donde hay sangre para retomar el rastro, esta vez en otra dirección.

En los lugares donde el jabalí tiene que hacer un esfuerzo para pasar, como subir un ribazo de piedras o atravesar un espeso matorral, es frecuente que haya más cantidad de sangre y nos puede ayudar mucho a seguir el rastro.

Un detalle curioso que me pasó hace unas temporadas fue con un zorro al que disparé y, cosa rara, salió corriendo. Al llegar al lugar donde estaba cuando le tiré había unas pequeñas gotas de sangre pero no conseguí seguir el rastro pues no veía más sangre por ningún lado.

Estaba claro que el animal iba herido pero no había forma de encontrar sangre para seguir el rastro. Volví al puesto para continuar la espera sin poder dejar de darle vueltas al asunto. Tras una larga hora en la que no dejé de pensar en dónde se habría metido el maldito zorro, decidí dar por terminada la espera.

Salí del puesto y volví al lugar donde estaban las pocas gotas de sangre que había visto al principio. Comencé a mirar con detenimiento por alrededor y me llamó la atención un grupo de hormigas que se amontonaban sobre algo, era otra gota de sangre que me orientó en el rastro hacía un ribazo en el que había mucha más sangre; encontré al zorro muerto a pocos metros de él.

Otra cosa curiosa fue la que le pasó hace unos días a mi compañero de esperas. Le disparó a un jabalí y salió corriendo. Sabía que iba herido y pronto encontró el rastro. Llegó al límite de un ribazo donde había algunas gotas de sangre, bajó al bancal de abajo para continuar el rastro pero no encontró más sangre.

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El jabalí mencionado que se quedó encajado en el granado que le sirvió de trampa en su huida.

Mosqueado, comenzó a dar vueltas hasta que vio una pequeña gota de sangre bajo un granado; al mirar hacia arriba vio al jabalí encajado entre las ramas del árbol. Resulta que al llegar al ribazo y saltar fue a caer sobre el árbol, encontrando allí la muerte al no poder escapar. El problema lo tuvo luego para bajarlo del árbol.

En cualquier caso siempre hay que actuar al pistear con la máxima precaución. Lo único que debemos llevar es luz, el arma y una cuerda –mejor con arnés– para sacar al jabalí cuando lo encontremos.

Una linterna en la cabeza de las de tipo frontal nos será muy útil para llevar las manos libres, ocupadas únicamente en portar el rifle, en el que también es conveniente llevar la linterna acoplada a él encendida.

Pistear sin el arma es siempre una gran imprudencia.

5º. ATENCIÓN A LOS RUIDOS

Como he dicho, antes de comenzar a pistear conviene dejar pasar unos minutos en los que hay que estar muy atentos en oír los ruidos que provoca el jabalí en su huida.

Cuando un jabalí se adentra en el monte va a originar ruidos importantes. Si les prestamos atención sabremos si el jabalí ha recorrido mucha o poca distancia y la zona por la que pasa. Si va herido de muerte es frecuente que, una vez en el monte cerrado, busque un lugar donde sentirse seguro y descansar, un lugar en el que lo más seguro es que acabe muriendo.

En el caso de que vayan varios jabalíes no es raro que el resto de la cuadrilla acompañe al herido hasta el lugar en el que este caiga muerto, haciéndole un ‘velatorio’ hasta que decidan marcharse y dejarlo solo. Eso me ha pasado varias veces.

El jabalí cae muerto y el resto se mete en el monte próximo y tardan en irse, incluso han vuelto al lugar donde se encuentra su compañero y han estado a su lado unos minutos como esperando que se levantara y los pudiese acompañar.

Sin ir más lejos, hace unos días disparé a un jabalí que iba en un grupo de cinco o seis. Salieron todos corriendo en la misma dirección, adentrándose en un pimpollar, y los tuve dentro a escasos metros de mí escuchando sus bufidos y movimientos durante unos minutos.

Cuando cesó el ruido retomé el rastro de sangre y entré al pimpollar; en un claro de espartos estaba tumbado, muerto, el jabalí al que disparé.

Roberto Coll Alcalde

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