A través del relato del encuentro con un grupo de estos carnívoros, el autor ofrece unos apuntes para descifrar el comportamiento de esta especie emblemática interpretando sus rastros.
NOTA DE CAMPO: LOBOS Y CARROÑA
Amanece en la sierra. Entre nosotros y un oscuro pinar de pino resinero, hay un amarillento pastizal y uno de esos mares de brezo surcados por secretos caminillos. Esta mañana han desaparecido la decena de buitres leonados, los otros tantos milanos reales y el subadulto de buitre negro.
Las carroñeras han perdido el interés por una carcasa de la que se han estado alimentando varios días. Mientras ha habido alimento para las grandes necrófagas, sus desplazamientos se han limitado a ir de las copas de los pinos cercanos donde dormían al cadáver del que se estaban alimentando. Solo se oyen los graznidos lastimeros de los córvidos, retaguardia de la horda alada que se ha ocupado de eliminar al ciervo muerto.
Como suele pasar con los grandes mamíferos salvajes, de repente están ahí. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco lobos ibéricos se mueven entre el brezo. Siempre que los observo trotar por esas sendas ocultas me producen la extraña sensación de que navegan entre el sotobosque cerrado. La perfecta adaptación de esta especie a su hábitat se hace patente cuando es uno mismo el que intenta recorrer penosamente ese laberinto a pie.
El grupo familiar inspecciona lo que queda del ciervo. Uno de ellos agarra una pata casi completa y se la lleva emprendiendo un medio galope lúdico. La pata se le engancha en el brezal y tira de ella hasta recuperar su juguete. Su forma de moverse ante ese estímulo indica que, a pesar de que su tamaño es ya muy similar al de los adultos, se trata de un joven del año. Cruza un cortafuegos encontrándose con uno de sus hermanos en el límite del pinar.
Un amago de tira y afloja por la posesión de la extremidad arrancada y, todos los miembros del clan se internan en el bosque trotando en fila. La manada es, por unos instantes, cinco siluetas fugaces que se desvanecen entre las sombras.
He podido realizar muchos avistamientos de lobos salvajes, como naturalista y como guía profesional. He compartido observaciones con ganaderos y cazadores (incluso con quienes eran las dos cosas a la vez), ecologistas radicales, animalistas, conservacionistas, veterinarios, guardas forestales o biólogos, entre otros. Casi todo el complejo mosaico de personas que un día se acercan a los pueblos loberos a intentar observar en su hábitat a esta joya única de nuestra biodiversidad. Todos y cada uno de ellos tenían su propio lobo. Su percepción subjetiva de la especie. Cada uno con sus propias ideas. De todos he aprendido algo.
Un ganadero de Salamanca me contaba cómo sus reses bravas se defienden peor que otras razas de vacas autóctonas, adaptadas perfectamente al gran depredador, cuando se produce un ataque en la dehesa. Cazadores que habían abatido lobos y les decepcionaba la poca emoción del lance: «Como matar un perro». Otros, que consideran al lobo el trofeo más preciado.
Una brillante y racional licenciada en Matemáticas que tenía experiencias casi chamánicas y soñaba con lobos que la guiaban. Curiosamente, siempre era la primera en avistar al lobo detrás de la escoba. Todos con su percepción, más o menos distorsionada de la realidad biológica de la especie, pero con una fascinación común que los llevaba a aguantar los interminables amaneceres heladores de las esperas, con la emoción agarrada al estómago esperando observar al lobo.
Cuando conseguimos encontrar ese punto de encuentro, la pasión por el lobo, no es difícil llegar a la conclusión de que sería insoportable la pérdida de una especie insustituible en la naturaleza ibérica más salvaje. Su papel en los ecosistemas. Su presencia en la cultura ibérica. Entre todos, estamos a tiempo de no consentir que corra la suerte de nuestros otros grandes carnívoros, el lince y el oso.
El lobo debe seguir viviendo en la sierra y en las estepas de Iberia, para que los relatos de nuestros abuelos, el Arte y la Mitología, los topónimos y nuestros miedos atávicos no se conviertan en su último refugio.
Muchas Gracias por tus palabras Pere.
Seguro que entre todos conseguiremos que esta especie tenga futuro.
Magnífico artículo, lleno de información precisa y objetiva. Bastante mejor que otras cosas sobre el lobo que se leen por ahí. Ojalá haya un futuro para esta bella y noble especie.