Perdiz Moruna

Perdiz Moruna

Perdiz Moruna

La perdiz moruna 
La reina de las Islas Canarias 
Paulino García Alvarado 
Veterinario. Máster en Recursos Cinegéticos

Hablar de patirrojas en nuestro país evoca de inmediato en nuestra mente la imagen de una perdiz roja. Pero no es así para todos los cazadores españoles, pues Ceuta y Melilla, donde es autóctona, y el Archipiélago Canario y alrededores del peñón de Gibraltar son dominios de la perdiz moruna (Alectoris barbara), un ave de gran interés cinegético en estos predios que conoceremos a fondo en este interesante artículo.

Las mayores poblaciones de nuestro país se encuentran en el Archipiélago Canario, donde fue introducida por su interés cinegético de forma reiterada a partir del siglo XV, conservándose de ello, según la isla, pruebas fehacientes datadas principalmente de entre los siglos XVIII, XIX y XX. En la actualidad está bien distribuida por todo el Archipiélago, a excepción de Gran Canaria, donde su presencia es relicta en detrimento de la perdiz roja, destacando las poblaciones de Lanzarote, La Gomera, Fuerteventura y El Hierro, siendo menos abundante en La Palma, debido a la densa vegetación y a la excesiva inclinación del terreno, y en Tenerife, como consecuencia de la sobrepresión cinegética a la que está sometida y a la fuerte antropización del medio. Y también se la encuentra en los islotes de La Graciosa, Alegranza y Lobos.

La comunidad autónoma canaria se divide administrativamente en dos provincias: la oriental (Las Palmas) y la occidental (Santa Cruz de Tenerife). La provincia oriental, próxima a África, comprende las islas de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Las dos últimas se caracterizan por hábitats llanos y abiertos, idóneos para la especie, con un clima que limita su abundancia anual en función de unas escasas lluvias mal distribuidas temporalmente debido a su carácter torrencial, caracterizándose por pocos años muy pluviosos que superan ampliamente la media de precipitaciones, frente a muchos más años muy secos con precipitaciones muy por debajo de la media, cifrada en tan solo 100 litros/año. Gran Canaria representa un caso excepcional, con un clima intermedio, algo más húmedo que en el resto de las islas orientales y una orografía asimilable a las islas occidentales.

Las islas de la provincia occidental presentan una orografía jalonada por múltiples barrancos con gran profundidad y amplitud, así como un régimen pluviométrico muy superior, con lluvias abundantes bien distribuidas en el tiempo, a las que debe añadirse en la vertiente norte la denominada lluvia horizontal, originada por la condensación de la humedad que arriba a las islas merced a los vientos alisios. La escarpada orografía, junto al exceso de vegetación, limitan a la especie, distribuyéndose principalmente por las escasas zonas de pendiente suave y moderada, así como por ambientes agrícolas transformados por el hombre.

Muy territorial y cuidadosa con sus nidadas 
Su reproducción está muy influenciada por la pluviometría y la altitud. Generalmente, en las áridas islas orientales los bandos comienzan a disgregarse en diciembre, formándose las parejas reproductoras y empezando a observarse nidos desde finales de enero, aunque el periodo reproductivo mayoritariamente comprende desde marzo hasta finales de abril, pudiendo eclosionar nidos hasta finales de mayo. En las islas occidentales, más verdes y de mayor altitud, el periodo puede retrasarse hasta dos meses, alcanzando el periodo reproductor en altura hasta finales del mes de julio, si bien también comienzan las primeras nidadas de forma más tardía, allá por el mes de marzo.

El nido se instala bajo algún matorral, pastizal o cultivo de cereal, siendo interesante indicar que en las islas orientales, debido a la escasa pluviometría, la vegetación se concentra en las zonas de acumulo del agua por razones orográficas, de modo que si en marzo-abril se producen lluvias extemporáneas, la pérdida de nidos por inundación puede llegar a ser muy significativa e incidir de manera ostensible en la reproducción anual, sobre todo si ocurre al final del periodo reproductivo, ya que no se producirían puestas de reposición.

Construyen al menos dos nidos, eligiendo uno de ellos en el momento de la puesta. Utilizan hierbas y ramitas finas para su confección, tapizándolo normalmente con algunas plumas. Los huevos son de color marrón claro moteados por un fino marrón rojizo. La media de puesta se correlaciona con el régimen de lluvias, oscilando entre 13 y 14, aunque en los nidos podemos encontrar desde ocho hasta 25 huevos. Si presenta más de 18 huevos, puede ser debido a la puesta conjunta de dos hembras. Se ha constatado que algunas parejas realizan dos puestas en años con lluvias tempranas en el mes de octubre y tras la pérdida de la nidada al comienzo de la época reproductiva. La incubación dura entre 24 y 25 días, comenzando al terminar la puesta al objeto de que la eclosión sea simultánea. Los perdigones son nidífugos, pesan al nacer de 12 a 15 gramos y permanecen aproximadamente seis semanas bajo el cuidado de sus progenitores. En cuanto a requerimientos ambientales, selecciona hábitats abiertos, áridos, pedregosos, con matorral disperso (con una fracción de cabida cubierta de aproximadamente el 50%), combinados con herbazales y sometidos a una abundante insolación. Se la encuentra desde la costa hasta el retamal-codesar de cumbre, llegando a habitar de manera frecuente a más de 2.000 metros de altitud. También seleccionan áreas de cultivo, borde de zonas de matorral con cultivos o pastizales y pinares abiertos con algo de sotobosque. Los hábitats idóneos son el Tabaibal-Cardonal (piso bioclimático propio del archipiélago, formado por plantas autóctonas), anexo a tierras de labor y los ambientes antropizados para el cultivo con pendiente escasa o moderada. En las islas orientales, debido a la escasa vegetación, toman las zonas volcánicas como dormidero y para guarecerse de los predadores (sustituyendo éstas al estrato matorral), desplazándose a zonas aledañas para alimentarse.

La sucesión entre marzo y mayo de accesos de aire tropical continental o siroco, que transporta las condiciones termo-higrométricas del desierto del Sahara a Canarias, produce sensibles pérdidas de perdigones (muchos aún no han desarrollado el mecanismo de termorregulación), debido a la deshidratación que les genera las condiciones combinadas de alta temperatura (> 40 ºC) y baja humedad. Otro factor significativo en el éxito reproductivo, con mayor incidencia en la provincia oriental, es la cobertura vegetal, consecuencia de las lluvias estacionales. Si son escasas, con independencia de su incidencia en la reducción del número de parejas con puesta efectiva y de la media de huevos por puesta, tiene además capital importancia en la tasa de reclutamiento, al incrementarse sensiblemente el número de nidos predados y producirse una disminución significativa de la tasa de supervivencia en los perdigones, como consecuencia de la menor cobertura vegetal.

Morunas a muestra de perro 
En cuanto a su caza, soporta relativamente la presencia del cazador y el perro, prefiriendo apeonar, siendo por tanto más reacia a emprender el vuelo que la roja. Como consecuencia de ello aguanta más la muestra, siendo ideal para su caza con perro. Esta circunstancia posibilita la consecución de abundantes muestras en las jornadas de caza, algunas de ellas muy largas, suponiendo un magnífico pulso entre perdiz y perro y una auténtica delicia para el cazador.
Generalmente se quedan al segundo o tercer vuelo, aunque en ejemplares adultos y a medida que avanza la temporada, tienden a emprender el vuelo con mayor facilidad y persistencia. Inicia el vuelo con gran estruendo, descolgándose rápidamente para intentar evadirse del cazador.

La modalidad de caza en mano es la más practicada, generalmente en cuadrillas compuestas desde dos a cinco integrantes, asistidos por uno o dos perros por cazador. En lo que se refiere a sistemas auxiliares de caza, se utiliza básicamente el pointer europeo, seguido del braco alemán, razas resistentes adaptadas a las condiciones de alta temperatura, humedad, pedregosidad e inclinación del terreno, que imperan en el Archipiélago, prefiriéndose dentro de estas razas los ejemplares de talla pequeña por su mayor resistencia, como es el caso de las líneas italianas de braco y las de pointer de talla mediana.

Otras razas utilizadas de forma minoritaria son el braco húngaro, el setter inglés, el epagneul bretón y el braco de Weimar. En algunos casos se utiliza el podenco canario para la caza en el volcán, dando excelentes resultados merced a su desarrollado olfato. En los últimos años se está comenzando a utilizar el pointer de línea americana por su tenacidad, excelente olfato y amplitud en la búsqueda.

En cuanto a armas, la escopeta semiautomática predomina debido a su menor retroceso, a la posibilidad de un tercer tiro y a su ligereza, lo que la convierte en idónea para la caza en los escarpados terrenos de Canarias. Le siguen la superpuesta y, de forma residual, la yuxtapuesta.

La munición utilizada oscila entre 32 y 36 gramos de carga, con perdigón de sexta o séptima en función de si la actividad se desarrolla en terreno más o menos llano o en barrancos, donde predominarán tiros largos al descolgarse rápidamente las perdices cuando perciben la llegada del cazador. En este caso se utilizan choques más cerrados, con cargas de 36 gramos y sexta de perdigón. De forma genérica la temporada se comienza con choques abiertos de cuatro o cinco estrellas, para terminar con tres estrellas. La apertura de la veda está íntimamente ligada al periodo reproductor, y éste al régimen pluviométrico (con mayor afección en las islas orientales debido al corto y escaso régimen de lluvias), comenzando generalmente hacia mediados de septiembre y finalizando a principios o mediados del mes de noviembre, según la isla.

Su caza en zonas volcánicas 
Las modalidades de caza en ojeo y el reclamo están prohibidas en Canarias. Esta última tuvo su origen en zonas de sierra del continente, al objeto del aprovechamiento de la perdiz donde difícilmente podía cazarse en mano, debido a la dureza del terreno y a la densa vegetación, condicionantes que no se dan en muchos lugares de Canarias, no formando parte del acervo cultural de estas islas.

Una modalidad propia de Canarias es la caza de la perdiz en el volcán, zonas formadas por erupciones volcánicas relativamente recientes que se caracterizan por un suelo muy irregular, con gran poder abrasivo, capaz de destrozar la suela de unas botas en unas pocas jornadas o al propio cazador si tiene la mala fortuna de tropezar o de pisar la piedra equivocada, de manera que el perro debe estar perfectamente adaptado a este tipo de terreno. En caso contrario, antes de una hora tendrá desolladas las almohadillas plantares, con el hándicap añadido de que la roca volcánica es refractaria, desprendiendo el calor acumulado a partir de la radiación solar, siendo especialmente penoso para el can, que se colocará a nuestro lado desistiendo en la búsqueda.

Por lo tanto, nuestro auxiliar debe “aprender” a cazar en el volcán, ya que la moruna es capaz de introducirse en las múltiples oquedades del subsuelo volcánico, donde se refugia si se ve acosada, siendo incluso necesario en algunas ocasiones sacarla levantando rocas o mediante el uso del hurón, de modo que el perro debe rastrear las emanaciones como un sabueso, casi a ras de suelo, escudriñando todos los recovecos y covachas del material lávico, al objeto de no dejar las perdices atrás.

Hasta el perro más largo en su patrón de búsqueda se acorta y ajusta el esfuerzo debido a la dureza de este terreno, reduciendo ostensiblemente la amplitud de los lazos y la velocidad en la búsqueda. Llega a tal punto que grandes perros en terrenos abiertos, rastrojeras, montaña… se transforman en principiantes al cazar en el volcán, llegando incluso muchos ejemplares a ser incapaces de cazar satisfactoriamente.

El número de cazadores de perdiz es residual en relación a los que practican la caza del conejo, aunque se ha incrementado en los últimos 25 años debido a la disminución de las poblaciones de conejo silvestre.

En cuanto a su conservación, debemos indicar que se encuentra sometida a una fuerte y constante presión cinegética que no tiene en cuenta la fenología de la especie, a un franco abandono del agrosistema tradicional de secano y de las infraestructuras hidráulicas asociadas, al ingente uso de pesticidas, a la ausencia de control de predadores asilvestrados y a la fuerte antropización del archipiélago como consecuencia del gran desarrollo turístico.

La principal medida de gestión para su fomento es la siembra y roturación de terrenos, y en algunas islas la suelta de ejemplares de granja. Al ser una especie introducida, carece de predadores especialistas en los ecosistemas insulares, ciñéndose principalmente al gato y perro cimarrón, que ocupan el nicho ecológico de los predadores especialistas de sus ecosistemas de origen, así como algunos predadores naturales generalistas, como el ratonero común, halcón de Eleanor y halcón de Tagarote, en el caso de ejemplares adultos; cernícalo vulgar y alcaudón real, en pollos; y erizo moruno y lagarto sobre huevos.

El futuro de la moruna en Canarias pasa por el diseño de planes de caza anuales que ponderen la situación real de la especie, reflejando la variabilidad de sus poblaciones, fuertemente influenciadas por las condiciones climáticas, así como por la inmediata aplicación de medidas de gestión para la recuperación de  hábitats críticos para la especie, como son siembras mixtas de cereales y leguminosas, desbroces de matorral, el control sostenido de predadores antropofilos, regulación del uso de pesticidas y una vigilancia efectiva en el campo.

En algunas islas se ha tomado el camino equivocado, artificializando el recurso mediante el refuerzo anual con ejemplares de granja, sin implantación previa de mejoras de ambientales, liberándose ejemplares en ambientes degradados, actuaciones claramente avocadas al fracaso en la gestión de esta magnifica especie.

DESPIECES 
Similitudes y diferencias con la perdiz roja  
Es un ave perteneciente al orden galliformes, familia Phaisanidae y género Alectoris. Se subdivide en cuatro subespecies: koenigi, barbara, spatzi y barbata, siendo la subespecie koenigi (Reichenow, 1899) la que habita nuestro país.

En cuanto a su distribución mundial, la moruna es un ave sedentaria que se encuentra de forma natural en el área que comprende el arco noroeste del continente africano, desde Egipto hasta Argelia, habiendo sido introducida también en Cerdeña, Madeira y algunas otras zonas de Portugal.

Se caracteriza por ser un poco más pequeña que la perdiz roja: mide entre 33 y 36 centímetros de longitud, con un peso aproximado de 500 gramos, aunque algunos ejemplares adultos pueden superar estos parámetros. Tiene el pecho de color gris plomizo, alas y zona dorsal gris con tonalidad marrón, que le confieren su mimetismo en ambientes áridos, vientre ocre, barrado en los flancos en blanco, negro y marrón y opérculos color gris azulado circundados en ocre en los hombros.

Su cabeza presenta una banda central castaña oscura con listas bilaterales gris claro y un característico collar castaño con moteado en crema. Sus patas, borde ocular y pico son rojos. Las plumas caudales tienen un llamativo color pardo brillante, que se aprecia claramente al levantar el vuelo en dirección opuesta al cazador. Pueden detectarse diferentes ecotipos entre las morunas de las distintas islas, e incluso dentro de una misma isla, debido a su adaptación a la gran diversidad de hábitats insulares, consecuencia de las importantes diferencias de altura existentes en territorios muy reducidos y de la orientación del terreno sometido a la influencia de los diferentes vientos que arriban a las islas. A diferencia de la roja, que ahueca sus alas al planear, la moruna mantiene las alas paralelas con respecto al suelo, e incluso algo convexas en sus extremos. Los machos presentan espolones bilaterales, mientras que las hembras pueden presentarlos o no. De poseerlos, pueden presentarlos en las dos patas o solamente en una. En todo caso, su base de implantación es más estrecha que en el macho, apareciendo en ejemplares de cierta edad.

Come casi de todo 
Se caracteriza por poseer una gran adaptabilidad, recurriendo en cada época del año a diferentes recursos tróficos en función de su disponibilidad. Prefiere las semillas, que hacen la función de despensa en el estío, principalmente de gramíneas naturales y de cultivo, pino canario y tabaiba en épocas de escasez.

También ingiere insectos, con predilección por el saltamontes y la hormiga, entre otros invertebrados, vitales para la crianza de los perdigones. A veces consume gasterópodos como el caracol, flores y brotes tiernos en primavera. En verano, entre otros frutos, consume higos, uvas y tunos (higos picos). Es un ave dotada de una gran rusticidad, adaptada a ambientes áridos, siendo capaz de subsistir e incluso progresar en ambientes muy pobres.

A la hora de alimentarse, el macho dominante supervisa el terreno mientras el resto del bando aguarda a cubierto. Cuando éste comprueba la ausencia de peligro, emite un suave cacareo y el resto del bando se descubre, pero siempre uno de sus componentes, por turnos, permanecerá vigilando. En cuanto a sus requerimientos hídricos, es más resistente que la roja. Toma el agua directamente o a través de la ingestión de insectos, vegetales suculentos o frutos ricos en ella, como es el caso de los higos picos, melones, sandías y uvas. La ubicación estratégica de bebederos y siembras para la caza minimizan significativamente los daños que ocasiona sobre los cultivos.

Su comportamiento, según las condiciones ambientales  
En cuanto a su comportamiento, despliegan su canto y silbidos durante el celo. El resto del año lo hacen principalmente al amanecer, al atardecer o tras dispersarse por el ataque de algún predador.

Según avanza la temporada de caza, al separarse no cantan para no descubrirse, aguardando hasta que el peligro ha desaparecido. Generalmente al amanecer la encontramos en morros y cerros, dominando el terreno, para, tras el albor, ir desplazándose en busca de alimento por las laderas hasta el fondo de barrancos y zonas de cultivo.

Escarba y patrulla su territorio defendiéndolo e intentando localizar sustento, agrupándose en bandos familiares a partir de junio-agosto, una vez ha finalizado la época reproductiva, manteniéndose unidas hasta noviembre-diciembre. En épocas de penuria constituyen agregados suprafamiliares que pueden llegar a más de 100 individuos, formando pocos bandos muy numerosos, frente a años de bonanza, en los que se forman bandos compuestos por dos parejas reproductoras y sus proles, agrupando entre seis y 20 individuos aproximadamente y distribuyéndose la población en un mayor número de bandos de menor tamaño.

La dureza del medio, la fuerte presión de predación, las enfermedades y su caza, entre otros factores, seleccionan los ejemplares mejor dotados. Cada cierto número de nacimientos suceden mutaciones fruto de la variabilidad genética, unas viables y otras no, generándose individuos que en el caso de ser viables pueden o no adaptarse mejor a las condiciones ambientales, transmitiendo en caso positivo sus genes, haciendo así a la especie más eficiente. Los bandos suelen mantener el mismo dominio vital, fruto de la reproducción de los ejemplares supervivientes a la temporada de caza, a los predadores y a las enfermedades. La selección de esa zona concreta no es casual, ya que obedece a criterios de calidad ambiental. Si el medio varía en el tiempo, empeorando las condiciones requeridas por la especie, la zona será abandonada o simplemente sucumbirán, aunque también pueden desaparecer si se eliminan todos los ejemplares del bando por caza excesiva. En este caso la zona podrá, o no, ser recolonizada por ejemplares provenientes de la expansión de zonas cercanas, siendo por tanto vital la práctica de una caza sostenible que posibilite la supervivencia de un número mínimo de ejemplares que aseguren la continuidad del clan. Ante situaciones de peligro, eriza las plumas de la cabeza a modo de penacho, manifestando su estado de alerta.

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