Durante diez años, desde 2002 hasta 2011, se recogieron 3.000 encuestas sobre la caza de la codorniz en todo el país con el objeto de conocer dónde, cómo y qué número aproximado de ejemplares se caza en nuestro territorio nacional. Los datos hablan por sí mismos: su aprovechamiento cinegético es más que sostenible, aunque los grupos anticaza se dediquen a negarlo sin justificación alguna el único objetivo de lograr su prohibición.
La colaboración entre los cazadores y el equipo de fauna silvestre de la Universidad de Lérida ha permitido demostrar que es posible mejorar la gestión cinegética a nivel nacional, además de ser un ejemplo de cómo conseguir el aprovechamiento cinegético sostenible en Europa.
La caza es sostenible cuando las decisiones de gestión (periodos hábiles, jornadas, horarios de caza, presión cinegética, número de perros, composición de la cuadrilla, armas, munición, límite de capturas, terrenos, etc.) se basan en datos objetivos.
Ni los furtivos ni los radicales anticaza exponen argumentos que no estén sesgados por sus intereses. Es habitual que estos colectivos impongan su ideología (cazarlo todo o prohibir la caza) a las pruebas que aportan los informes elaborados con métodos científicos.
La realidad del campo no es la que desean ni los furtivos ni los anticaza. La realidad es la que describen los registros tomados con un diseño adecuado que filtra y elimina aquellos valores que no cumplen con los criterios de fiabilidad establecidos en cada proceso. Para hacer una interpretación adecuada hay que observar las pruebas detenidamente y asociarlas a otras evidencias que puedan apoyar el sentido más probable.
La interpretación siempre es subjetiva. Es ahí cuando la excelencia del científico, basada en una larga experiencia y conocimientos, es de gran valía. Errar es humano (sin intención de hacerlo), pero persistir en los errores es diabólico (con intención de hacerlo para conseguir algún fin). La ventaja del método científico es que cuantifica la magnitud de los errores de las afirmaciones.
Interpretar los datos de las encuestas de caza en los distintos ambientes geográficos de España es complicado. El tema adquiere mayor complejidad si consideramos la variación entre los años estudiados. Ambas cuestiones nos interesan: por un lado, conocer si la caza de la codorniz es muy distinta en las diferentes regiones biogeográficas del país y, por otro, si ha cambiado en la última década la tendencia de su población.
La codorniz silvestre es un ave enigmática. Es difícil entender su biología, ecología y éxito poblacional en un mundo cambiante lleno de maliciosas prácticas, infraestructuras dañinas, sustancias nocivas y tierra degradada. El análisis de las encuestas que han cumplimentado los cazadores nos permite averiguar algunas de las claves de la población actual de codorniz silvestre que podemos aplicar para mejorar su gestión.
Las condiciones meteorológicas tienen una gran influencia en el comportamiento de los animales silvestres y también en la eficacia del disparo. Es muy fácil errar en situaciones de baja visibilidad debido a la ausencia de luz, por lo que podríamos pensar que, si en los años estudiados ha cambiado el número de días de caza en los que el cielo ha estado cubierto, ello ha podido influir en los rendimientos cinegéticos.
Este argumento se puede aplicar a otras condiciones meteorológicas durante el día de caza, como son la precipitación, la temperatura o el viento. Los datos muestran que las condiciones meteorológicas en las jornadas de caza de la codorniz son bastante similares en todas las regiones biogeográficas hispanas y para los años estudiados. Ello no quiere decir que no existan diferencias.