En primavera llega esta ave africana a ocupar sus cuarteles de cría en Europa, procedente en ocasiones desde más al sur del Sáhara y llegando hasta el norte del continente. Este carácter migratorio es excepcional dentro de las gallináceas, que por lo general son sedentarias. La codorniz es la especie más pequeña de este grupo que puede encontrarse en estado salvaje en España.
Sus preferencias son las llanuras de cereal, pastizales y regadíos, desde el nivel del mar a alturas de más de 1500 metros. Nada más llegar, los machos se disputan los terrenos y a las hembras, aunque la codorniz es de costumbres polígamas y una hembra puede ser fecundada por varios machos, asegurando así la variabilidad genética.
La codorniz es la especie cinegética más apreciada de la media veda pero, como otras aves ligadas al medio agrícola, ha visto reducidas sus poblaciones en las últimas décadas; y, a pesar de ser una de las aves con más potencial productivo anual, no ha conseguido sobreponerse a la modernidad del campo.
Culinariamente es muy apreciada; y al ser un ave que tiene intactas sus grasas antes de comenzar la migración al sur, es la más apreciada para los fogones. Un auténtico manjar de difícil comparación.
La gestión de la codorniz.
La gestión de especies migratorias tiene un plus de dificultad con respecto de las sedentarias, desde el momento en que esta labor compete a distintos países. Es frecuente caer en el error que “Si no lo aprovecho yo aquí, lo va a hacer mi vecino”. Por eso, es importante llegar a acuerdos y hacer una gestión global, algo muy complicado en la práctica si se piensa en lo difícil que es ya hacerlo a nivel interautonómico.
En cualquier caso, a nivel local hay cosas que se pueden hacer. El principal problema de la especie es el deterioro de los ecosistemas y las dificultades para encontrar espacios adecuados para la cría.
La codorniz ha evolucionado ligada a los ecosistemas agrícolas, y los modelos agresivos modernos de explotación están hoy en su contra; por ese motivo, el gestor debe intentar negociar con los agricultores para que, por ejemplo, aguanten lo más posible antes de recoger la paja, respeten linderos, ribazos, perdidos y arroyos, y corten los rastrojos con cierta altura.
Si además se consigue no abusar de los productos fitosanitarios, mejor que mejor. Esto podría ser un buen comienzo. Establecer cupos, días hábiles, número de escopetas, etc. Tendría así mismo que hacerse, sobre la base de censos fiables.
Cazar la codorniz.
La codorniz ha sido de siempre escuela de cazadores al salto con perro de muestra y de los propios perros.
La reticencia de estas aves a levantar el vuelo hace que sean perfectas para foguear a los perros y para que los jóvenes cazadores se inicien en la caza de pluma. Pero además su caza encierra todos los encantos para encandilar al cazador más avezado y exigente.
Por un lado cuenta con el plus de tratarse de una migratoria, con el punto de incertidumbre que eso conlleva. También da la oportunidad de disfrutar del perro de muestra en todas sus dimensiones. La cadencia de su vuelo, en el que alterna aleteos y planeos característicos a una velocidad constante, es bastante rectilínea, aunque ligeros cambios de dirección dan algo de emoción al disparo, que no es muy complicado y suele efectuarse a corta o media distancia. Es recomendable dejar que vuele un poco y utilizar cargas no muy potentes para no estropear la delicada carne de estas deliciosas aves, sea cual sea el calibre.