Evolución y distribución del oso pardo en Extremadura

Un interesante estudio que trata de los osos que deambularon en libertad hace mucho tiempo por las masas forestales de Extremadura, así como de las posibles causas de su extinción a nivel regional.

Las Ordenanzas Municipales del año 1897 de Barcarrota (Badajoz) ordenaban en su artículo 215 que

“Los osos y demás animales feroces domesticados que sean enseñados por las calles, llevarán siempre un fuerte bozal e irán sujetos por una cadena de hierro de la resistencia necesaria para que el animal no pueda romperla en caso de que intente la fuga. En todo caso no se permitirá sacarles a los sitios públicos sin licencia por escrito del Alcalde; y no podrán estacionarse en aquellos más que de sol a sol” (1).

Por esas fechas los osos pardos aún abundaban en la cordillera cantábrica, como demuestra el dato aportado por el Marqués de Villaviciosa, que estimaba que a principios del siglo XX se cazaban anualmente entre 20 y 30 ejemplares en Asturias (2).

Este artículo trata de los osos que deambularon en libertad hace mucho tiempo por las masas forestales de Extremadura, así como las posibles causas de su extinción a nivel regional. Un tema que sólo ha tratado Manuel Terrón Albarrán en la Introducción de la obra de Pedraza Gaitán (3).

Un contratiempo a la hora de localizar datos históricos del oso es su catalogación como pieza de caza exclusiva de la realeza, quedando por ello fuera de la lista de los animales denominados alimañas, en su mayoría carnívoros y aves de presa, que fueron perseguidos a lo largo de los siglos y premiada su captura por la Administración.

EL OSO EN EL SIGLO XIV 

El Libro de la Montería (4), escrito a mediados del siglo XIV por el rey castellano Alfonso XI, supone el punto de partida para todos los empeñados en descubrir el rastro que dejó el oso por tierras ibéricas.

Hasta el profesor José Antonio Valverde reconoció que la lectura del Libro de la Montería le provocó tal excitación que cambió los siguientes diez años de su vida dedicándolos a localizar sobre el terreno todos los montes oseros descritos en la obra. (5).

La afición venatoria de aquel monarca le llevó a realizar un exhaustivo informe de los lugares donde se podían cazar tanto osos como puercos, las especies preferidas de los monteros de aquellos tiempos.

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Distribución del oso pardo en Extremadura en el siglo XIV. Presencia invernal (rojo), estival (verde), ocasional (morado) y sedentario (negro).

También dejó por escrito dónde debían colocarse las vocerías (batidores) y las armadas con tanto acierto que hoy, transcurridos más de seiscientos años, se sigue monteando buena parte de aquellas sierras de idéntica manera (3).

En los tiempos de Alfonso XI, una vez disuelta la Orden del Temple, la mayoría del territorio extremeño se lo repartían entre las órdenes militares de Alcántara y de Santiago.

En tan vasta extensión de terreno la abundancia de caza mayor resultaba extraordinaria aunque su distribución no era homogénea y dependía, según Terrón Albarrán citando al geólogo Hernández Pacheco (6), de la abundancia o escasez de las masas forestales y de si el suelo era arcilloso (llanuras) o silíceo (serranías).

La distribución del oso pardo en Extremadura en el siglo XIV se centraba en la mitad oriental de la región, en especial en los valles del noreste, Las Villuercas, La Siberia y las serranías que bordean La Serena.

Además existían otros núcleos oseros de menor entidad repartidos por la Sierra de Gata, las tierras de Alcántara, la Sierra de Montánchez, las Sierras Centrales de Badajoz y las estribaciones de Sierra Morena.

EL OSO EN LA PROVINCIA DE CÁCERES 

En el extremo noroeste, en la Sierra de Gata, había osos durante todo el año y en la vertiente oriental cacereña resultaban muy abundantes en el invierno, sobre todo en las abruptas comarcas de los valles de los ríos Jerte y Tiétar, repletos de gargantas serranas donde el oso pardo moraba todo el año.

A las partes más elevadas de estos valles se desplazaban los durante los meses estivales huyendo de las tórridas temperaturas que había en las cotas más bajas. La agreste comarca de Las Villuercas, enclavada en el extremo sureste de Cáceres, con extensos bosques y abundantes roquedos, contaba con una elevada densidad de osos en la estación invernal, como lo atestigua el propio rey Alfonso XI:

“Et la primera vez que corrimos este monte (el Valle de Viejas) fallamos hí diez osos, et soltamos a los seis, et murieron los cuatro”. ¡Una decena de osos a tan sólo ochenta kilómetros de la capital cacereña!

Más al sur, en las proximidades de la frontera con la provincia de Badajoz, mencionan al oso en la Sierra de Montánchez diciendo que “es buen monte de oso en verano et en tiempo de oseras”, lo que implica tanto la invernada como la paridera de las hembras.

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EL OSO EN LA PROVINCIA DE BADAJOZ 

En el extremo nororiental aparece la Sierra de Pela como “muy real monte de oso en invierno et algunas veces en verano”. Lo mismo sucede con la Pretura del Arroyo Benazaire, la Sierra de la Moraleja y la Foz de Garlitos, montes también catalogados como “muy real de oso en invierno”.

En este último lugar el rey castellano menciona la captura de “oso muy bueno”, al que vieron una mañana y tras soltarle los canes adiestrados lo estuvieron acosando día y noche hasta el mediodía de la jornada siguiente, cuando los monteros le dieron muerte.

La táctica consistía en no dejarlo descansar ni comer y una vez agotado lo mataban con las azconas. En Fuenlabrada de los Montes, Garlitos, Tamurejo, Zarza Capilla, la Sierra del Manzano, la Sierra de la Viñuela y el Arroyo del Castaño continúa citando al plantígrado sólo en la estación fría.

En el río Estera y en Valfondillo estaba presente durante el invierno y aún en la estación cálida, mientras que en la Sierra de Sancti-Spiritus sólo aparecía a veces durante el periodo invernal.

Como curiosidad citaremos que en esta última localidad montaban una de las armadas en la mismísima iglesia del pueblo.

Siguiendo el borde oriental de la provincia en dirección sur encontramos la Sierra del Torozo, la Sierra de Cabeza del Buey, la Sierra del Oro y la Sierra de los Argallanes, estando el oso presente en invierno y a veces en verano.

En la Sierra del Torozo narra otro episodio venatorio donde capturan a un oso tras acosarlo ininterrumpidamente durante un día completo y el siguiente hasta la hora de vísperas (atardecer) con la ayuda de quince perros.

En las Sierras Centrales de Badajoz el oso sólo estaba presente en la serranía de Hornachos, concretamente en la Sierra de Pinos, y en áreas de llanuras próximas en dirección este, mientras que en las estribaciones extremeñas de Sierra Morena, el oso campeaba de oeste a este por los términos de Fuentes de León, Cabeza la Vaca, Calera de León, Monesterio, Montemolín, Trasierra y Reina.

También en el sur encontramos dos localidades aisladas, la Sierra de Despierna Caballos, en Oliva de la Frontera, y el Arroyo Tamujoso, en Azuaga.

EL OSO EN EL SIGLO XVI

El rey Felipe II mandó la remisión de varios cuestionarios en los años 1574, 1575 y 1578.

  • El primero de ellos solicitaba información sobre la “calidad de la tierra, del relieve, del clima, principales especies animales y vegetales”.
  • El segundo pedía datos sobre la “presencia de leña y de animales salvajes”.
  • Y el último preguntaba “si es tierra abundosa o falta de leña, y de donde se proveen, y si es montuosa de que monte y arboledas, y qué animales, cazas y salvajinas se crían y hallan en ella” (9).
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Distribución del oso pardo en Extremadura en el siglo XVI

Por desgracia del total de las respuestas enviadas por los municipios extremeños sólo se conserva una décima parte, estando la totalidad situados en el norte y noreste de la región, en su mayoría dentro de los actuales límites de la provincia de Cáceres.

Aunque escasa y muy incompleta, la información resulta valiosa porque confirma la supervivencia del oso en la mitad oriental de la región, precisamente en la zona con mayor abundancia en el siglo XIV.

De todos modos, como veremos a continuación, ya había algunos municipios donde el oso escaseaba y es muy probable que hubiera desaparecido de algunas zonas del centro y del oeste a causa de la deforestación.

En Torrecilla de los Ángeles, localidad de la de Sierra de Gata, confirmaron que había “algunos animales monteses: jabalíes, ciervos, venados, aunque de estos pocos, porque se calan las sierras con los ganados”.

EL OSO PARDO DE LA PROVINCIA DE CÁCERES EN EL XVI 

En Aldeanueva del Camino criaba el oso en la Sierra de Béjar; en Alía, con abundancia de encinas, alcornoques, robles, quejigos, madroños, acebos, alisos, sauces, loros, jaras, enebros, brezos, lentiscos y romeros, había “mucha abundancia de caza y otros animales que son osos”.

En el actual despoblado de Avellaneda, perteneciente al término de Castañar de Ibor, donde la tierra era “abundosa de leña de jara y alcornoque” se criaban muchos osos además de lobos, zorros, jabalíes y venados “en tanta manera que se comen los ganados y colmenas y panes y viñas”.

En Carrascalejo, “abundosa de leña de encinas, alcornoques, quejigos, jara, madroño brezo y otras fustas” se criaban osos.

En Castañar de Ibor, con abundancia de alcornoques, robledales, jarales y brezales había muchos osos.

En Navalvillar de Ibor, “tierra abundosa de leña y tierra montosa de brezo, jara y alcornoques y robles” citan la existencia de osos.

En Peraleda de la Mata, con monte bajo y muchas encinas y alcornoques, se cazaban sólo algunos osos

En Zarza de Granadilla, confirman que “los animales que menos hay en esta tierra son osos”.

EL OSO PARDO EN LA PROVINCIA DE BADAJOZ EN EL SIGLO XVI 

Sólo en tres municipios del cuadrante noreste se cita la presencia abundante del oso:

  • Helechosa
  • Herrera del Duque
  • Villarta de los Montes (2)

Confirmando la supervivencia del oso dos siglos después de la publicación del Libro de la Montería.

EL OSO EN EL SIGLO XVII

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Hasta el siglo XVIII el oso campeó por Extremadura, región en la que encontró el hábitat y el alimento que necesitaba. Su presencia fue sedentaria en algunas zonas y puntual en otras, coincidiendo con el tiempo de la bellota.

Ante la ausencia de nuevos interrogatorios carecemos de una visión global de la situación del oso en Extremadura en el siglo XVII.

Nos vimos por ello obligados a rebuscar entre la bibliografía y releer las obras escritas por monteros de la época donde tal vez pudiéramos localizar algún dato.

Lo que está claro es que entre este siglo y el venidero la población de osos mermó mucho en la península Ibérica y fue entonces cuando se produjo la separación física entre los que habitaban los Pirineos y la cordillera Cantábrica (10).

En 1634 se publicó el libro titulado Origen y dignidad de la caza, obra del extremeño Juan Mateos, ballestero principal del monarca Felipe IV (11).

Este autor, oriundo de Villanueva del Fresno, municipio del suroeste de Badajoz, narra con todo lujo de detalles las técnicas empleadas para cazar jabalíes, ciervos, gamos y lobos, entre otras especies cinegéticas, sin llegar a nombrar al oso en ningún momento.

Su experiencia venatoria no se limitaba a la Baja Extremadura sino que monteó en muchos lugares de Castilla y del vecino reino de Portugal. En una obra sobre el municipio pacense de Hornachos (12) encontramos que a finales del siglo XVII aún había ciervos, jabalíes y hasta osos en las serranías del término.

En concreto se mencionan dichas especies en el pleito mantenido por Hernando de Peñalosa contra el concejo de Hornachos en el año 1694, por la propiedad de unos baldíos en Sierra de Pinos. Este enclave rocoso del centro de la provincia ya fue mencionado en el Libro de la Montería como “buen monte de oso en invierno”.

Entre los motivos que pudo haber para que sobreviviera en fecha tan tardía, tres siglos y medio después de que lo mentara el monarca castellano, creemos que los huertos plantados en su día por la comunidad morisca pudieron suponer una fuente de alimento muy importante para el oso ante la merma de la masa forestal autóctona.

Y EN EL SIGLO XVIII

En contraste con el siglo anterior, el XVIII fue pródigo en cuestionarios:

  • El de Catastro del Marqués de la Ensenada (1748- 1753) (13)
  • El Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura (1791), promovido por el rey Carlos IV (14)
  • La obra de Tomás López (1798) (15)

Por lo tardío de su realización, mediados y finales de siglo, desconocemos la situación del oso a comienzos del XVIII cuando, casi con seguridad, todavía estaría presente en algunas zonas serranas de la mitad oriental y sierras centrales de Badajoz, como el caso de Hornachos.

Gracias a tanta y tan buena información procedente nada menos que de 383 núcleos de población repartidos a lo largo y ancho de la región podemos afirmar categóricamente que a lo largo de este siglo fue cuando el oso se extinguió en Extremadura.

La principal fuente de datos procede de la pregunta LIII del Interrogatorio de la Real Audiencia:

“Si hay caza, de qué especie; si se guarda la veda y exigen algunas penas por su contravención; si se sale a extinguir las fieras, cómo se premia cada cabeza o piel que se presenta; y en qué número se puede regular cada año el de las fieras que se matan”.

En las respuestas aparecen todas las especies de caza mayor y menor, además de carnívoros, aves y algunos reptiles. La ausencia de datos sobre el oso contrasta con el lobo, que es citado nada menos que en 325 localidades (16).

Otra pregunta, la LIV, solicitaba información sobre los

“colmenares, su número poco más o menos; cómo se crían y conservan, y la cosecha de miel y Siglo XVIII cera; de qué flores se alimentan, y si dejan de aplicarse los naturales a esta industria por los robos que sufren o por otro motivo, y cómo se cree que se podría adelantar este importante ramo”.

En este caso, si hubiese habido osos, seguro que los paisanos se habrían quejado de los daños ocasionados a las colmenas, lo mismo que denunciaron los destrozos provocados por otras especies animales.

La progresiva destrucción de los bosques autóctonos trajo consigo el aumento de la superficie ocupada por el matorral mediterráneo y el aumento de los fuegos destinados a combatirlo con el consiguiente perjuicio. Los árboles y los arbustos productores de frutos dieron paso con la deforestación a los extensos jarales, unas manchas impenetrables sólo aptas para jabalíes y ciervos, que aparte de no proporcionar alimento al oso eran un hábitat de lo más negativo debido al calor reinante en los meses estivales y al pegajoso ládano que se pegaría en el tupido pelaje del plantígrado.

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Frutos del madroño. En el siglo XVIII los árboles y los arbustos productores de frutos dieron paso con la deforestación a los extensos jarales, unas manchas impenetrables sólo aptas para jabalíes y ciervos, que aparte de no proporcionar alimento al oso eran un hábitat muy negativo debido al calor reinante en los meses estivales y al ládano que se pegaba en el tupido pelaje del plantígrado.

El retroceso de la masa forestal también afectó al corzo, que a finales del siglo XVIII ya había desaparecido de varios municipios de Las Villuercas donde dos siglos atrás aún era abundante (9).

Tomás López, a punto de finalizar la centuria, nos aporta un dato relacionado con la antigua presencia del oso en la comarca cacereña de La Vera:

“En lo alto de la sierra, en donde además de venados, corzos y jabalíes, se crían bastantes lobos y algunas cabras monteses y hay tradición que se criaron osos” (15).

La tradición a la que se refiere López es sin duda la oral, que de boca en boca y de padres a hijos se encargó de perpetuar la presencia del oso en aquellas sierras hasta fechas relativamente recientes, probablemente a comienzos o incluso mediados de aquel siglo.

Más sorprendente aún es la cita del británico Sir John Talbot Dillon, quién aseguró que Las Hurdes era

“el refugio de aves de presa, y ofrece cobijo a osos, lobos, gatos salvajes, y comadrejas, que aniquilan todos los conejos y liebres, incluyendo culebras, sierpes y muchos infectos reptiles” (17).

La cita es del año 1778, sólo dos décadas antes de la obra de López, y resulta sospechoso que ni en el Libro de la Montería del siglo XIV ni en los cuestionarios de Felipe II del siglo XVI se mencione la existencia de osos en tan remota región del norte de Cáceres.

TOPONIMIA

Una vez revisados los textos antiguos en busca del oso pardo sólo nos restaba buscar con lupa los topónimos que han llegado hasta nuestros días y que confirman la pretérita presencia del oso en Extremadura.

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Distribución de topónimos de oso en Extremadura. Los términos con un sólo topónimo aparecen en color rojo y los términos con dos topónimos en color verde.

En total hemos encontrado en la cartografía a escala 1:50.000 y en la bibliografía (18 y 19) veinte topónimos oseros repartidos por quince municipios , una cifra considerable para especie tan escasa aunque ridícula si la comparamos con los casi trescientos topónimos de lobo presentes en la región (16), llamando la atención la elevada densidad en una zona próxima a la Sierra de Hornachos con cuatro topónimos en tan sólo cinco kilómetros de distancia: Cancho del Oso, Dehesa de la Osa, La Osa y Arroyo del Oso

Como era de esperar, las características del terreno acaparan la toponimia del oso:

  • Con casi la mitad del total: cancho, cerro, puerto, sierra, umbría y valle nos hablan de su agreste hábitat
  • Empatados figuran los fitónimos (vegetales): dehesa, dehesilla y lapa, una planta (Lappa maior) de raíz diurética y depurativa
  • Y los hidrónimos: arroyo, barranco y venero, avalando nuestra hipótesis de la importancia de los cursos fluviales en la antigua presencia del oso en Extremadura
  • Por último aparecen los zoónimos con La Osa repetida por triplicado.

Por sexos predomina el femenino con el 60%, incluyendo dos diminutivos. Uno de los topónimos encontrados ratifica las palabras del rey Alfonso XI cuando decía que “La sierra que es sobre Cabeza del Buey es buen monte de oso en invierno”. Esa sierra no es otra que la Sierra de la Osa.

Con idéntico nombre aparece otra en el cuadrante suroeste de Badajoz, en Burguillos del Cerro, que ya figuraba en el pleito interpuesto por el Concejo en 1602 contra los Duques de Béjar, aunque se ignora su origen “pues no hay memoria escrita de que jamás haya habido osos en el término” (19).

No se puede afirmar de manera categórica que nunca hubo osos en el municipio de Burguillos. Por un lado hemos visto que Tomás López recogió de la tradición oral la antigua existencia del oso en La Vera (16), cuando no aparecía en la abundante “memoria escrita” del siglo XVIII.

Asimismo, la Sierra de la Osa sólo está separada por una treintena de kilómetros de la “Sierra de Despierna Caballos, que es cabo el Oliva, un buen monte de oso en invierno” (4), con dehesas de encina similares a las de Burguillos del Cerro, un “encinar hueco” en palabras del monarca medieval que acogía al plantígrado durante la estación fría.

Provincia de Cáceres

Acehuche: Barranco de Valdelaosa; Almoharín: La Osa; Berzocana: Umbría del atajo del Oso; Cáceres: Dehesilla la Osita y Sierra de la Osita; Cañaveral: Arroyo del Oso y Lapa del Oso; Valdelacasa del Tajo: Dehesa Valdelaosa.

Provincia de Badajoz

Benquerencia de la Serena: Puerto de la Osa; Burguillos del Cerro: Sierra de la Osa; Cabeza del Buey: Sierra de la Osa; Oliva de Mérida: Cancho del Oso y Dehesa de la Osa; Peraleda del Zaucejo: Arroyo del Oso y Valle del oso; Retamal: Arroyo del Oso y La Osa; Siruela: Venero del Oso; Valencia de las Torres: Cerro de la Osa.

BIBLIOGRAFÍA

(1) Archivo Municipal de Barcarrota.

(2) Chapman, Abel y Back, Walter J. (1910). La España Inexplorada. Edición facsímile de la Junta de Andalucía. Sevilla (1989).

(3) De Pedraza Gaitán, Pedro (1984). Libro de Montería. Grafisur. Los Santos de Maimona (Badajoz).

(4) Libro de la Montería de Alfonso XI. (1976). Edición facsímile. Biblioteca Cinegética Española. Ediciones Velázquez. Madrid

(5) Valverde, Jose Antonio. Memorias de un biólogo heterodoxo. (2005). Tomo VI. Reyes, osos, lobos, espátulas y otros bichos. Editorial Quercus V&V.

(6) Hernández Pacheco, Eduardo (1952). El Solar en la Historia hispana. Madrid.

(7) Acosta Naranjo, Rufino (coordinador). (2001). Memoria de la tierra, campos de la memoria. Los agroecosistemas tradicionales de Tentudía. Volumen 1: Dehesa y tierras calmas. Centro de Desarrollo Comarcal de Tentudía. Monesterio (Badajoz).

(8) Gragera Díaz, Francisco (2006). La apicultura en Extremadura a finales del siglo XVIII. Revista El Colmenar nº 82.

(9) Arias González, Luís y otros. Las Relaciones Topográficas de Extremadura (1574-1578): Provincia de Cáceres (y I). Documento inédito.

(10) FAPAS. FIEP. Grupo Oso Pirineos (1996). Monografía sobre el oso pardo. Quercus. Cuaderno 119: 23-46.

(11) Mateos, Juan. Origen y dignidad de la caza. Edición facsímil de la príncipe (Madrid, 1634). Institución Pedro de Valencia. Diputación Provincial Badajoz, 1978.

(12) González Rodríguez, Alberto (1990). Hornachos, enclave morisco. Editora Regional de Extremadura. Mérida.

(13) Catastro del Marqués de la Ensenada (1748-1753). Archivo Histórico Provincial de Badajoz.

(14) Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. (1993-1996). 10 tomos. Asamblea de Extremadura. Mérida.

(15) López, Tomás (1798). La provincia de Extremadura al final del siglo XVIII. Asamblea de Extremadura. Mérida, 1991.

(16) Gragera Díaz, Francisco (2001). El legado del lobo. Editora Regional de Extremadura. Mérida.

(17) Maestre, María Dolores (1995). 12 Viajes por Extremadura (en los libros de viajeros ingleses desde 1760 a 1843).

(18) Castaño Fernández, Antonio María (1998). Los nombres de La Serena. Editora Regional de Extremadura. Mérida.

(19) Martínez y Martínez, Matías Ramón (2004). Apuntes para un mapa topográfico-tradicional de la villa de Burguillos perteneciente a la provincia de Badajoz. Diputación de Badajoz.

Texto y fotos: Francisco Gragera Díaz y Federico Suárez Caballero

One Reply to “Evolución y distribución del oso pardo en Extremadura”

  1. En Castilblanco, Badajoz: La umbría del oso

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