Medidas de gestión de las poblaciones de perdiz

Las actuales prácticas agrícolas, el abandono del campo y la mala gestión de los cotos han desembocado en la pésima situación actual de la reina de la menor… y las perspectivas no son nada buenas. Ya se sabe que las situaciones excepcionales requieren de medidas excepcionales, así que tome nota de los siguientes consejos y póngalos en práctica.

El futuro de la perdiz roja también está en sus manos. Ha terminado la temporada de caza y llega la hora de hacer balance en nuestro coto, valorar cómo ha ido la recién concluida campaña y revisar y corregir los errores de los que debemos aprender para optimizar recursos y esfuerzos en la gestión de nuestras zonas de caza.

La situación es preocupante y serán muy pocos aquellos que, realizando esa tarea de revisión de resultados y observando el histórico de datos que vengamos arrastrando, comprueben que sus resultados mejoran cada año. Lo normal, por desgracia, será que cada año tengamos menos caza, salvo temporadas excepcionales.

ADIÓS A LOS EGOÍSMOS 

Los que nos dedicamos a esto de la gestión lo venimos viendo desde hace mucho tiempo, pero, como siempre, el cazador suele ser bastante egoísta, en el sentido de que cada uno va a lo suyo. Se sale al campo, se cumple o no con los cupos y se protesta un poco, pero nada más. Muy pocos son los que se comportan en su coto como se comportarían en un pequeño coto en el que sólo cazaran ellos.

Aun así, es cierto que, sobre todo en este último año, se va viendo más conciencia del gravísimo problema que atraviesa la caza menor en España y, sobre todo, la perdiz roja. Hasta el punto de que he llegado a leer que la perdiz roja va camino de la extinción, afirmación que, si la pensamos por un momento, es del todo cierta, a no ser que tomemos medidas de urgencia.

Lamentaciones como “ha sido un año muy malo”, “ha criado mal”, “ha caído piedra”… se escuchan año tras año… Y no les falta razón, pero el problema real es mucho más complejo. Los cazadores y los gestores debemos actuar en todas las causas que ya conocemos para mitigar sus efectos, pero si sabemos y podemos realizar acciones… ¿cuál es el problema? Al final los unos por los otros, la casa sin barrer… y el tiempo pasa y la situación cada año va a peor.

En España sabemos que, de cara a los políticos, en esto del medio rural siempre prima la todopoderosa agricultura, pero cuando muchas veces el agricultor y el cazador son la misma persona, vecinos o amigos… digo yo que se podría hacer mucho más de lo que se hace.

HABLANDO SE ENTIENDE LA GENTE 

La primera medida que debería llevarse a cabo es bien simple: hablar y negociar con los agricultores, evitando en todo lo posible el uso de semillas tratadas y de productos agresivos.

Sí, lo normal es que los agricultores esgriman que de esa manera la producción es menor, pero realmente las ayudas las pueden cobrar igual, se ahorran en productos caros y, si aun así no les compensa, señores, hagamos números y paguemos esa tasa no producida.

Los efectos serán mayores que cualquier mejora en el hábitat. En caso de tener tierras abandonadas o de propiedad municipal en los cotos, que los cazadores corran con el gasto de sembrarlas como antaño.

Sin duda, será una fuente de beneficios para el coto, primero en caza, pero también económicamente.

Estamos hablando de una especie ligada a los agrosistemas, es decir, a la agricultura de la mano del hombre. Si faltan esas tierras agrícolas o si, en lugar de grano, las perdices encuentran veneno, no podemos pedir peras al olmo: no tendremos perdices.

BUENA SINTONIA CON LOS AGRICULTORES

Lo mismo pasa a la hora de cosechar: el que pasen el peine dejando cinco o diez centímetros más de rastrojo… ¿de verdad cuesta tanto dinero el que se coseche siempre desde el interior hacia el exterior, o incluso la selección del cultivo a sembrar estudiando las ayudas y los beneficios?

Pero si no somos los cazadores los que estemos encima de los agricultores para tomar esas medidas, nadie lo hará por nosotros. En segundo lugar, el abandono del campo provoca que prolifere cada vez más la caza mayor y, a su vez, disminuya la menor. Primero, por la falta de tierras agrícolas en muchas zonas.

Y, en segundo lugar, por la competencia con las especies de caza mayor y por la predación por parte de algunas. Dependiendo del tipo de acotado, son muchas las acciones que se pueden llevar a cabo en este sentido.

La realización, por ejemplo, de un plan de ordenación forestal puede contemplar medidas como la limpia de monte, con ayudas importantes en muchas comunidades autónomas y que pueden ser una herramienta de trabajo a coste cero e incluso una fuente de ingresos.

Por otro lado, como ya he comentado, la siembra de tierras abandonadas o de propiedad municipal puede ser otro punto a favor de la maltrecha perdiz.

En último lugar en esta serie de despropósitos, toca entonar el mea culpa: la mala gestión en nuestros acotados. Como he planteado, hay varios factores sobre los que trabajar, pero si esto no fuese posible, el cazador sí puede trabajar directamente sobre la planificación de la caza. Estamos en las mejores fechas para repasar la temporada acabada y enfocar la próxima, empezando a trabajar ya.

SEAMOS SENSATOS

Las perdices, además de sufrir la pérdida de hábitat propicio y las agresivas prácticas agrícolas, han sido víctimas de un exceso de caza en muchas partes de España.

Cuando las densidades son muy bajas en estas fechas, y además el hábitat no es el propicio, la supervivencia de las poblaciones y la cría no va a ser la esperada.

De aquí la importancia de elaborar un plan técnico de caza real que planifique la presión de caza soportable, respetando una madre suficiente como para obtener una población decente de cara al próximo comienzo de la temporada.

No valen censos mal planteados ni aplicar las fórmulas tal cual, pues el papel lo aguanta todo.

Saber de caza no es saber cazar, como dice mi amigo y profesor Miguel Montoya, aunque para saber de caza hay que saber cazar. En España hoy en día todo el mundo cree que sabe cazar y que sabe de caza, cuando en realidad la mayoría no sabe de ninguna de las dos cosas. Cazamos mucho y cazamos mal, no sólo a nivel de planificación y cupos.

También a pie de campo, con tiros larguísimos a piezas que se marchan con alguna perdigonada que al caer la noche pasa factura, no respetamos los cupos, no estamos dispuestos a atrasar el comienzo (buena medida en climas fríos de la mitad norte peninsular) ni a adelantar el cierre (ideal para la mitad sur), pero luego nos quejamos de que no hay perdices.

Hacemos los planes técnicos por cumplir, y en muy pocas ocasiones contemplamos la buena gestión cinegética como una inversión en nuestra afición, en nuestros campos, pero luego todos queremos rentabilidad, mucha caza.

Y la verdad es que ni el mejor de los economistas ha descubierto la forma de obtener rentabilidad sin inversión, así que, si de verdad queremos caza, como el que quiere peces, habrá que mojarse. •

Juan Pascual Herrera Coronado

Ingeniero Técnico Forestal. Experto en Caza y Pesca