La tórtola europea (en adelante, simplemente, tórtola) es un ave migratoria que viene a reproducirse a Europa en primavera y verano, y que regresa a sus cuarteles de invernada en África en otoño.
En la Unión Europea existen entre 1,8 y 3,4 millones de parejas (equivalente a 6 – 10 millones de aves), y España cuenta con alrededor de 1,3 millones de parejas, por lo que somos el territorio europeo con un mayor número de estas aves.
Aunque la tórtola (Streptopelia turtur) es un ave aún numerosa, se trata de una de las especies que más ha disminuido. En algunos países del centro y norte de Europa, las poblaciones han decrecido durante los últimos cuarenta años más del 80 %, con casos extremos como el Reino Unido, con disminuciones superiores al 95 %.
En España, este declive ha sido más moderado, perdiéndose el 29% de las poblaciones desde los años ochenta, si bien desde 2013/2014 se observa una estabilización y mejoría de las poblaciones, que invita a pensar que las poblaciones de tórtola se están recuperando.
Resulta interesante comprobar que los países que albergan el mayor porcentaje de poblaciones de tórtola en Europa (España, Francia, Italia y Portugal) son aquellos en los que la especie es cinegética. Sin lugar a dudas, muchos hábitats propicios para la tórtola han sido conservados por el interés cinegético en la tórtola y otras especies, a lo que también hay que sumar la gestión cinegética que realiza año tras año.
El declive de la tórtola comenzó a ser muy acusado a partir de los años ochenta, coincidiendo con el inicio del declive de la perdiz roja, pero también de otras no cinegéticas, especialmente las aves ligadas a los medios agrícolas, lo que conocemos como aves esteparias.
Los estudios disponibles indican que han sido tres las causas principales que explican el declive de la tórtola: primero, la pérdida de hábitat; segundo, los niveles de caza no sostenible y, tercero, la caza ilegal.
Desde principios del siglo XXI comenzaron a saltar todas las alarmas en varios países del centro y norte de Europa en los que, poco a poco, las tórtolas fueron extinguiéndose. La tórtola es ahora especie ‘vulnerable’ a nivel internacional y la Unión Europea comenzó a trabajar en la redacción de un plan internacional de conservación, publicado en el año 2018, que persigue revertir la situación a través de los estados miembros.
Desde la publicación del plan internacional, se aprobó el desarrollo de un plan de caza adaptativo (que, como veremos después, regirá el futuro de la caza de la especie) y se ha prohibido o limitado la caza de la tórtola en varios estados miembros. Pero, por el momento, no se ha afrontado la gran cuestión: la necesidad de mejorar el hábitat de las tórtolas y otras especies a través de políticas agrarias, para que nuestro campo vuelva a tener linderos, ribazos, amplias zonas de barbechos y rastrojeras “de las de antes”, en las que tórtolas y otras especies encontraban alimento y refugio de calidad.
Ni en España ni en otros estados miembros de la Unión se han promovido políticas activas de recuperación de hábitat para la tórtola, a excepción de varios proyectos en Extremadura, Cataluña e Islas Baleares (que sepamos).
En aquellas comunidades autónomas en las que la tórtola es cinegética se han ido reduciendo cupos y días de caza, especialmente en la temporada 2020-2021, en la que se ha llegado a una reducción global de 70 % de la presión de caza, con una reducción de capturas en los últimos años de alrededor de un 50 %, y variable entre las distintas comunidades.
La labor de los cazadores en materia de gestión del hábitat se ha demostrado como fundamental, y se ha confirmado que la gran mayoría de los cotos realiza gestión del hábitat que puede favorecer a las tórtolas, a través de comederos, bebederos y charcas, siembras para la caza, desbroces y otras medidas de gestión.
Un estudio publicado en 2016 mostró que los cotos y fincas de caza en España invirtieron más de 250 millones de euros en gestión de especies cinegéticas, tanto caza menor como mayor.
Además, existen iniciativas de monitorización de la tórtola por parte de cazadores y gestores, como el Observatorio Cinegético, y proyectos específicos como el desarrollado por la Federación Catalana de Caza.
Pese a todos estos esfuerzos, y al hecho de que los cazadores, gestores y propietarios de fincas son los que se echan a sus espaldas la conservación de la tórtola, en 2019 la Unión Europea abrió un proceso de infracción a España y Francia por no cuidar sus tórtolas.
Para la UE, ambos países no están cuidando los hábitats de las tórtolas y no garantizan que la caza sea sostenible. Esta infracción explica buena parte de la situación que vivimos, sin que a día de hoy sepamos cuándo “va a ser revisada por el VAR”.
Por desgracia, la infracción pone el foco en la caza, el único factor que ha ido corrigiéndose en los últimos años, mientras que las acciones sobre gestión de hábitat que las administraciones deberían realizar «ni están ni se las esperan».
En todas las comunidades autónomas que han cazado tórtolas en los últimos años se ha dispuesto que la especie siga en la orden de vedas, pero con «caza cero», un eufemismo para decir que no se cazará. Ciertamente, esto es mejor que la especie deje de ser cinegética, lo cual comprometería que se pudiera cazar en el futuro.
A esta conclusión se ha llegado por las recomendaciones del consorcio que ha trabajado en el plan de caza adaptativo, que ofreció dos opciones: «caza cero» o bien la caza de un reducido número de tórtolas (unas 240.000 para los países del oeste de Europa). Ni la Unión Europea ni las Administraciones de Francia y España entienden que pueda hacerse de forma controlada, caso contrario para Italia y Portugal, donde, si no pasa nada raro, se cazarán tórtolas este verano.
El sector cinegético siempre ha defendido que una moratoria en la caza de la tórtola pone en peligro la gestión de hábitat que se realiza por la especie, es decir, que puede haber un efecto rebote de consecuencias negativas. Y, además, se pueden hacer interpretaciones sesgadas en contra de la caza en función de lo que suceda: si la tórtola se recupera, eso querrá decir que se estaba cazando demasiado y, si no se recupera, eso es porque los cazadores habrán abandonado a la tórtola a su suerte.
La polémica está servida y no tenemos una bola de cristal, pero sí estamos seguros de que nuevamente los cazadores y los gestores serán los que realicen la mayor parte de esfuerzos, incluso sin poder cazar la especie.
La gran pregunta, para la que no tenemos una respuesta certera y totalmente determinada por la evolución de las poblaciones. En estos momentos se habla de no cazar durante 2 a 4 años…
Es importante resaltar que no puede prohibirse la caza de la tórtola en todos los territorios, ni en todas las comarcas; y debería autorizarse la caza en aquellos cotos que cuenten con buenas densidades de tórtolas y que estén haciendo esfuerzos por la especie. De no ser así, los justos pagarán por pecadores y nos encontraremos en un callejón sin salida.
Fundación Artemisan