He recibido este video de un compañero del equipo que se preocupa de la recuperación del lince ibérico. Es un auténtico documental que para muchos cazadores servirá como “disipador de dudas”. Lamento no poder mencionar al autor, pues, como suele ocurrir con estos documentos, ha desaparecido entre “compartir” y “me gusta”, que lo han ido rebotando de teléfono en teléfono y de ordenador en ordenador. No obstante, el documento merece la pena ser publicado para dejar clara la gran labor que los linces realizan en nuestros cotos.
El lince es un gran depredador que se alimenta fundamentalmente de conejos. Visto así, cualquier cazador podría pensar que con su presencia el número de conejos disminuirá drásticamente, pero, curiosamente, el efecto real es justo al contrario. Yo lo he podido comprobar en mi zona de influencia: nueve mil hectáreas de terreno compuestas de olivar, algo de sierra, restos de minas y muy poca tierra calma. Dos cotos de menor que patrullo veintidós días al mes al servicio de la Sociedad de Caza y Pesca de Linares, en las estribaciones de Sierra Morena, donde abunda el conejo y disfrutamos de “pegotillos” de perdices, además de algunos pasos de zorzal y abundante paloma que con los primeros tiros hacen la maleta.
Aquí apareció este magnífico animal hace varios años, pero en los tres últimos ha tomado posesión de algunos espacios muy determinados. Puedo afirmar categóricamente que, en las tres o cuatro hectáreas que un lince toma como “residencia”, hace una limpieza de depredadores oportunistas que es un regalo para el coto donde se instala. Los primeros días, desde su aparición, pueden observarse en pleno día todo tipo de depredadores: tejones, zorros, martas, meloncillos, garduñas, es como si su población se hubiera multiplicado de golpe. Pero observando la situación te das cuenta de que lo que ocurre es que no paran en sus guaridas, encames o refugios, se mueven continuamente huyendo de “algo”.
Ese “algo” tiene la piel moteada, pinceles en las orejas y unos ojos verdes que le hacen parecer mágico.
En pocos días se empiezan a ver cadáveres de zorros, de meloncillos y hasta de tejones con una característica común: dos orificios en el cuello por los que se han desangrado o que son testigos de donde se hizo la presa que les rompió la columna.
Luego es cuestión de matemáticas. El lince se come un conejo diario, pero en circunstancias normales no hace “despensa”. Una vez que tiene la barriga llena se dedica a disfrutar de su territorio y a cuidar “su coto”. No admite “furtivos”. A este no le quita un conejo cualquiera. Habiendo conejos, a las perdices las ignora y las aves esteparias tienen poco que temer, directamente no le interesan. Este año he podido comprobar que en la zona donde medra el lince, la perdiz que ha sacado veinte pollos, se pasea al cabo del tiempo con diecisiete o dieciocho “igualones”. Donde no llega este magnífico alimañero, los bandos adultos se reducen a diez o doce ejemplares.
Así funciona: en las zonas donde antes hacían falta seis conejos diarios para alimentar a los bichos, ahora con dos es suficiente: uno para el “amo” y otro para algún listo que le pille las vueltas.
Cuando el lince empezó a recuperarse en serio en Andalucía, fue cuando se contó con los cazadores y con los cotos de caza para introducirlos. Ahora parece que el propio lince, nos devuelve el favor y donde la Administración no nos permite controlar alimañas, ya se encargan ellos.
Carlos Enrique López Martínez.