El cuento del ecologisto

Erase una vez una organización ecologista animalista anticaza de corte soberanista llamada Manos Arco Iris Hacia Arriba (MAIHA), cuyos asociados no le prestaban demasiada atención. Dedicaba sus escasos recursos a diversas actividades relacionadas con la propaganda y el autobombo.

Su presidente, a ella le gustaba decir presidenta, mujer entrada en años, recién elegida, albergaba un odio especial hacia los nobles monteros.
Antes de su nombramiento, la ‘buena’ mujer presidía la Asociación de Vecinos de la Scoleta (AVS), dentro de un barrio independentista de un pueblo dormitorio de la provincia de Tarragona, habitado principalmente por activistas provenientes del África central y algunos del Alto Volta.

Dicho cargo, del cual no abdicó ante su nueva designación en MAIHA, pues suponía la renuncia a diversas dietas prebendas y un coche eléctrico bastante chulo, le proporcionó, además, a lo largo de su vida diversos ‘trinques’. En efecto, la citada asociación, AVS, pertenecía a la Republicana Federación de Vecinos Independentistas, la conocida RFVI.

La RFVI gozaba hace años de un presupuesto holgado. Para que se formen una idea, empleaba a una secretaria general bastante gris, traidorzuela y amante de las reprimendas a todo aquel que se retrasaba o no pronunciaba correctamente el vocablo ‘mozos’ (había que decir ‘mossus’ para no ser amonestado; ‘mossos’ tampoco era considerado correcto), cuyos emolumentos ascendían a unos ochenta mil eurillos de nada.

A todo ello no era ajena la ambición de nuestra protagonista. Los ‘trinques’ los ejecutaba de manera sencilla. La señora presidente, a ella le gustaba decir presidenta, solicitaba dinero a la RFVI para cualquier estudio sobre, por ejemplo, «el sarrio pirenaico, primer ejemplo de independentismo rocoso»; y, casualmente, de la supuesta investigación y estudio se encargaba su hijo, un graduado escolar de cuarenta primaveras y otoños.

Los levantamientos pecuniarios podrían alcanzar doscientos mil euretes… una nimiedad. ¡Si hay algo de lo que puedo presumir a lo largo de mi vida es de mi honradez!, afirmaba sin rubor siempre que tenía ocasión.

A este respecto, se recuerda también con especial sonrojo y tembleque en la pernera su primera decisión cuando la nombraron tesorera de la protectora de animales El Rincón Púrpurina (ERP). «Voy a cambiar la cuenta corriente de la protectora a la sucursal donde es directora mi nuera», dijo. Decisión estratégica y de profundo valor para la protectora y sus fines que aún hoy no ha sido suficientemente recompensada…

Ya en su flamante nuevo puesto como presidente de MAIHA, a ella le gustaba decir presidenta, se encontró con una recepcionista muy eficaz, quien había desempeñado un loable trabajo en los últimos dos años. No tardó en urdir una estratagema para cesarla. Lo primero fue prometerle que no la iba a sustituir. Lo segundo, que en ningún caso la sustituiría por su amante, un joven de provincias. Lo tercero fue que por encima de su cadáver pondría a otra u otro recepcionista. Acto seguido aseveró, en tono solemne: «¡Yo nunca miento!».

Eventualmente, como la recepcionista ya había intuido desde el primer día que ambos, presidente, a ella le gustaba decir presidenta, y amante, entraron por la puerta, en pocos meses había designado al mismo. Enternecedor… Eso sí, como ella nunca mentía, en vez de recepcionista lo llamó conserje…

Una sempiterna ecologista, María Elena, Mery Helen para las amigas, de la que se decía que estaba en todas las sopas, caldos y cubitos avecrém, apoyó la iniciativa por un lado, por otro no, pero al final que sí… ¿o no? Mery Helen era así, transparencia, claridad y recto proceder…

Entre tanto, fiel a sus ‘trinques’, presionaba con avidez a un nuevo director de la RFVI, donde nuestra anciana protagonista seguía como asociada, para que su vieja amiga del alma, una avispada experta, redactara cualesquiera estudios sobre «el jabalí barcelonés, catalán y ciudadano del mundo».

Con el nuevo director todavía no se atrevía a proponer directamente a su hijo, pero seguro que su vieja amiga del alma contaría con él. En todo caso, a través de su recién estrenado sillón en MAIHA, ya había solicitado subvención a la, pronúnciese, Fundasio per le Biodiversidá Catelana, para que su vieja amiga del alma pillara unos euros del erario público, euris que sin duda compartiría… ¿con quién?, ahhh, no sabemos…

La recepcionista se fue. El conserje arribó y colgóse las correspondientes medallas. La presidente, a ella le gustaba decir presidenta, medró. La asociación sin ánimo de lucro MAIHA perdió fuelle. El hijo, la vieja amiga del alma y el coche eléctrico se desengrasaron un poco, pero no demasiado. El jabalí barcelonés llegó a ser ciudadano del mundo, al sarrio se le reconoció su rocoso nacionalismo y Mery Helen se sometió a una terapia hormonal, ¿o no?, ¿o sí?, no sé…

Todos estos acaecidos provocaron que los cazadores volvieran a estar bien vistos por la sociedad, pues mientras la presidente, a ella le gustaba decir presidenta, el hijo, la vieja amiga del alma, el coche eléctrico, el conserje, las medallas y Mery Helen ocupaban su tiempo en sus cositas…, los de enfrente trabajaban.

Manuel María Baquedano

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