La España de los despropósitos

Recientemente se celebró en Nuremberg la IWA 2016,  una de las ferias más importantes, si no del mundo,  desde luego de Europa, en lo que se refiere a las  armas y la óptica, y en el amplio reportaje del número de  TROFEO del mes de abril pude ver cómo se hacía referencia  a la amplia exposición de rifles con silenciador y silenciadores  propiamente dichos. 

Me llamó la atención y la curiosidad, aunque conocía  que se utilizaban en otros países de nuestro entorno europeo,  dada la imposibilidad de utilizarlos en nuestro país,  ya que el reglamento de armas lo prohíbe  expresamente, al igual que el empleo para  la caza del calibre .22. 

Mucho se ha escrito a favor y en contra,  sobre todo habida cuenta de lo dados  que somos a transigir la ley en beneficio  de algunos y en perjuicio de muchos.  Con la breve -por así denominar la nueva  Ley de Caza de Castilla-La Mancha,  que está en vías de ser modificada  -no sabemos si para bien o para regocijo  del lobbie ecologista-, se intentó regular  la utilización del calibre .22 para la caza.

Misión imposible, por la prohibición  antes mencionada, a pesar de la bienintencionada actitud  de quien la elaboró.  Personalmente he pasado de entender la prohibición, en  ambos casos, a llegar a la conclusión de que por la mala  acción de unos pocos nos perdemos la posibilidad del empleo  de un arma y un accesorio que serían adecuados para  la práctica cinegética.

En este país, que empieza a parecerse al “coño de la  Bernarda” -y perdonen la expresión si es considerada machista  por los censores del género, sexo o vaya usted a saber  qué-, pagamos siempre justos por pecadores.

RAZONES PARA AUTORIZAR EL SILENCIADOR 
En el caso del silenciador se me ocurren varias razones  para autorizarlo: 

1. Por prevención de la salud. La continua exposición al  ruido de los disparos provoca una pérdida auditiva, que con  los años se acentúa. Esto provoca así mismo un daño colateral  de difícil cuantificación y ardua reparación, porque esa  pérdida auditiva llega a provocar el cabreo de nuestra otra  costilla cuando, ante sus requerimientos, respondemos que  no la hemos oído y cree que no le hacemos caso. ¡Cuántas  broncas y enfados se evitarían! En este caso entraríamos en  una razón de peso: la salud sentimental y de la convivencia  marital.

 2. Evitaría las molestias a otras especies que, siendo o  no objeto de nuestra jornada de caza, no verían perturbada  su tranquilidad en su área de campeo habitual. Es más, en  estos momentos en que algunas especies protegidas o reintroducidas  son mejor consideradas que quien se gasta su  dinero y aporta su patrimonio en aras de su viabilidad, como  estamos viendo en los planes de especies protegidas  del gobierno extremeño, sería una buena  herramienta para que estas especies procreen  en total tranquilidad, armonía y serenidad.  Que no se diga que somos nosotros  los que les fastidiamos un placentero  revolcón.

 3. Pasaríamos desapercibidos entre  esos otros especímenes de campeo ocasional  que en cualquier momento nos podemos  encontrar por esos campos de  Dios y a quienes también perturba oír disparos  en el monte y que no solo no comparten  nuestra afición, sino que les falta  tiempo para quejarse en eso que ahora  se llama la red social –pero donde la mayoría ocultan su  verdadero nombre–, foros, organismos públicos, prensa,  etc. 

4. Restricción de su uso a modalidades concretas como  pueden ser la espera y el rececho, o eso tan políticamente  correcto como el control de poblaciones.

¿Y… LOS FURTIVOS? 

Dicho esto, algunos creerán o considerarán que estaríamos  fomentando el furtivismo. En mi opinión, creo que  el furtivo lo es de todas formas, y estas prohibiciones no  van con él, ya se ocupa de agenciárselas para delinquir en  nuestras propias narices y encima vanagloriarse de sus “hazañas”.

Por esa regla, deberíamos prohibir muchas cosas  con las que se cometen innumerables delitos y, sin embargo,  como no son medio ni herramienta para la caza, ni se  plantea.  Bastaría con sanciones ejemplares, y no de una simple  multa y, en el caso del silenciador, un registro de su tenencia  -al igual que si de un arma se tratara-. 

Pero como esto va de despropósitos, otro de ellos es  el llamado control de poblaciones. Uno de los mayores  Pero como esto va de  despropósitos, otro  de ell os es el ll amado  control de poblaciones.  Uno de los mayores  despropósitos a los que  se puede asistir en esta  España nuestra  despropósitos a los que se puede asistir en esta España  nuestra. Me voy a referir a dos casos concretos. Uno de relativa  enjundia y el otro sí que creo que es realmente grave.

CAZAR, SACRIFICAR O ELIMINAR 

El primero de ellos es el referente a la noticia, que en  este caso sí, salió en todos los medios generalistas, con titulares  como estos: “Madrid busca cazadores para empezar  a sacrificar en mayo 2500 cabras montesas” (diario El  Confidencial); “Madrid autoriza a matar a tiros a 2700 cabras  montesas” (diario El País); “Madrid debe eliminar más  de la mitad de las cabras del Parque Nacional” (diario  ABC).

Estos son algunos ejemplos, y no los más radicales  ni torticeros. En ninguno habla de cazar. Claro que llamar  “caza” a lo que se pretende en este caso no está dentro  de mis parámetros cinegéticos.

El caso es que hay un problema  de superpoblación, como lo habría de prosperar las  propuestas de los comunistas -ya incluyo a los podemitas,  que lo fueron siempre aunque algún alma cándida se dejara  embaucar por estos lobos con piel de cordero-, al que pretenden  dar remedio con nuestra colaboración. Pues conmigo  que no cuenten.  Lo dije hace tiempo y cada vez lo veo más cerca: pagaremos  a funcionarios-verdugos (ya lo hacemos, de hecho)  por matar, sacrificar o eliminar animales. Pero nunca cazar. 

SOBRE LAS ESPECIES ALÓCTONAS 

El segundo, y de extrema gravedad, es la sentencia del  Tribunal Supremo sobre la extinción de determinadas especies  exóticas e invasoras -algo así como la defensa ante la  invasión de los ultracuerpos- y para el que la caza debe ser  la herramienta de su erradicación. 

No solo son especies cinegéticas las afectadas por este  sinsentido jurídico, el desconocimiento de algún politicastro  de turno y el extremismo de un grupo de ecolojetas en acción,  sino que nuestros compañeros de fatigas de la caña  en ristre van a sufrir también las consecuencias.  Esta sentencia y quienes la han propiciado deberían ser  conscientes -cosa que dudo mucho- de las repercusiones  en el aumento del paro y el desasosiego en el que se van a  ver muchas familias. 

Por no hablar de las fincas y los aficionados tanto a la  caza como a la pesca, a los que se les trunca una afición  por el simple objetivo de dar por saco. Ni respeto al medio  ambiente ni gaitas. A otro perro con ese hueso.  Esto es un despropósito de tamaño sideral, que viene a  ser un ejemplo de tantas y tantas sentencias que la Justicia  dicta sin el menor sentido común, cuando no con algún  sesgo completamente subjetivo y que me hace dudar, no  compartir, y desde luego cuestionar la ceguera de la diosa  Justicia, que se ha quedado en tuerta.

En el año de Cervantes, don Quijote vio gigantes donde  simplemente había molinos. Yo veo sentencias y legislaciones  donde hay desconocimiento, intransigencia y ecologismo  radical.  Y en nuestro auxilio no veo caballero de verde gabán ni  ingenioso hidalgo que venga a desfacer este entuerto.

Roberto Rincón

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