Los ‘celos’ se nutren de dudas

Conseguir un modelo de caza conservacionista y sostenible es un objetivo que puede ser optimista, aunque creemos que no utópico, y es el fin de muchos de los trabajos que aparecen en las páginas de Trofeo Caza de mayo. Si se quiere alcanzar esta meta, tenemos la certeza de que la única vía posible debe estar basada en criterios científicos.

Para que la caza sea sostenible es necesario buscar un equilibrio entre la explotación del recurso cinegético, su mortandad natural y su renovación mediante la cría anual, por lo que establecer unos periodos de veda acordes al ciclo biológico de las especies es de vital importancia.

En este sentido existen muchos factores que afectan al periodo reproductor de los animales, como la climatología, la altitud o la latitud, que complican el encontrar unas fechas generales de caza adecuadas. El ingeniero de montes y técnico forestal Felipe Canales Basabe expone en un artículo titulado «Caza con ciencia y… conciencia» la enorme variabilidad interregional que ha detectado en el desarrollo normativo ambiental y cinegético a la hora de fijarse los periodos hábiles de caza en cada comunidad.

Uno de los colectivos más afectados por la poca idoneidad de las fechas de caza que les atañen es el de los cazadores de perdiz con reclamo, que en Castilla-La Mancha se ven obligados a colgar el pájaro cuando el campo no emite aún ni un piñoneo. Esta modalidad, amparada por la Ley de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad por su carácter tradicional, se basa en la caza de la perdiz en tiempo de celo, y precisamente un exceso de ‘celo’ por parte de jueces y administradores, seguramente confundidos por criterios técnicos torticeros, los ha llevado a equiparar el celo y la cría y, desoyendo los criterios del comité ORNIS de la Comisión Europea y del propio IREC del CSIC, han establecido estas fechas absurdas que, para que lo entiendan los no pajariteros, es como si en lugar de en media veda se establecieran las fechas de caza para la codorniz en enero y solo en alta montaña.

El conflicto viene de largo. Resumiendo: en 1979, la Directiva de Aves del Parlamento europeo, que, como su nombre indica, solo afecta a las aves, en su artículo 7.4. dice: «Los Estados miembros […] velarán, en particular, por que las especies a las que se aplica la legislación de caza no sean cazadas durante la época de anidar ni durante los distintos estados de reproducción y de crianza… ». Diez años más tarde, al aplicar esto al ordenamiento jurídico español en la Ley 4/1989, de 27 de marzo, se obvia que la prohibición europea solo afecta a las aves y además incluye el término ‘celo’: «Queda igualmente prohibido con carácter general el ejercicio de la caza durante las épocas de celo, reproducción y crianza».

Lo que hizo temblar entonces también a los amantes de la berrea. Finalmente la nueva Ley de Conservación de 2007 («Ley Narbona»), que deroga la anterior, corrige y especifica que la prohibición solo es aplicable a las aves, pero mantiene el término ‘celo’, y en su artículo 65.3.b) dice: «Queda prohibido con carácter general el ejercicio de la caza de aves durante la época de celo, reproducción y crianza… ». Esos ‘pequeños matices de interpretación’, por ignorancia, descuido o por todo lo contrario, cambian por completo la ley. Esperemos que siga puliéndose en el futuro.

Si bien es cierto que en cuanto a los mamíferos no existe una prohibición expresa para cazarlos en época de reproducción, sí se dan distorsiones entre las fechas de caza y los ciclos biológicos, en ocasiones inevitables por otro lado, ya que muchas especies pueden criar todo el año, como es el caso del conejo y del jabalí, o como ocurre con el corzo que, debido a la diapausa de las hembras, podría decirse que estas están o preñadas o con corcinos siempre.

He leído en alguna ocasión que cazar hembras en periodo de reproducción es moralmente reprochable. Creo que eso es ir muy lejos. Cazar hembras preñadas en determinadas circunstancias puede estar justificado, incluso ser recomendable. Otra cosa es dejar crías desamparadas y abocadas a una muerte segura por quedar huérfanas, un riesgo que ciertamente se corre en primavera con los cérvidos. Aunque la ley no prohíba cazar hembras preñadas, es algo que puede entrar en conflicto con cuestiones éticas personales, ¿pero morales? Mejor dejemos los preceptos culturales y religiosos al margen de esto. Bastante tenemos ya con la ley, la ciencia y la conciencia de cada uno.

Pablo Capote Urosa

[email protected]