Si deseas que un animal desaparezca, protégelo

Llevaba un tiempo dándole vueltas a un proyecto que debería aunar a todos los que el campo les importa un poco –o un mucho, deberíamos decir para ser exactos–, porque “tiempos extraños” se están acercando a pasos agigantados a nuestra querida naturaleza y, una vez, más deberíamos decir: ¡basta!

¡Muchos años de mirar para otro lado, pensando en que esto no me llegaría a mí, que yo no cazo tórtolas! o que ¡la liebre con galgos es muy bonita!, pero seguimos huyendo hacia adelante y el cerco despiadado de algunos nos tocará pronto: estemos seguros que acontecerá si no hacemos algo.

Hace no mucho, dije en un nutrido chat de caza que ya no es tiempo de manifestaciones y sí de acciones. Algunos que me conocen un poco, saben que no estoy hablando de violencia ni nada que se le parezca, pero sí de comenzar con algo que acabe de una vez con tanta persecución injusta por parte de unos personajes que desconocen la realidad del campo, de sus problemas diarios, ¡de su subsistir!, ahí es nada.

Los Consejos de caza

Años atrás intenté entender lo que sucedía en los Consejos de caza. Procuraba conocer lo que se decía en ellos y quién lo hacía y, sobre todo, para qué servían.

Resulta que, espero no equivocarme, ¡son consultivos! o, dicho de otra manera, que lo que se expone allí podría aceptarse o no por parte de la administración autonómica, que es la que invitaba a los distintos estamentos a la reunión.

Pero lo anecdótico es que cuando se deciden temas que son trascendentes para la cinegética, para la conservación de una especie y un largo etc., es la que convoca la que, simplemente decide lo que hacer, y esto, bajo el punto de vista del sector, no está siendo justo.

Sin ir mucho más lejos, en 2021, la propuesta del Reglamento de la Ley de Caza de Castilla-La Mancha se publicó antes de la reunión de Consejo Regional de Caza, lo que no dejó indiferente a casi nadie.

Sigo cuestionándome –seguro que no soy el único– por qué un reglamento que afectará a miles de cazadores, a gestores, a miles de cotos, no se redacta y se hace por las partes implicadas. No hablo de que sean en exclusiva los cazadores, sino la Administración, los verdaderos ecologistas –de los que hablaré más adelante– y, llegado el caso, votar.

Doy por supuesto que estas mesas de discusión deberían ser públicas y totalmente transparentes. Además, el número de integrantes de esos consejos está desequilibrado, teniendo el sector cinegético, en el caso de votación, una posición claramente desfavorable, de manera que ustedes comprenderán muchas cosas.

Una duda que me asalta una y otra vez –pienso que es más que razonable– es: ¿cuántas de las iniciativas que aportaron las distintas asociaciones de caza han salido adelante a lo largo de los últimos años? Creo que sería positivo conocerlo con el fin de confirmar o desmentir las dudas de muchos.

Me informé en su día de si podría tener el acta de las distintas reuniones y me dijeron que se entregarían para la siguiente reunión, normalmente en el siguiente Consejo de Caza, a celebrar al año siguiente. Vamos, como si fuera una junta de vecinos, perdónenme la comparación, ¡y nos jugamos mucho los cazadores en cada reunión de ese Consejo de Caza! Por lo tanto, bueno sería tener un acta en pocos días, porque, transcurrido un año, como al parecer se entregan, me atrevería a sugerir –y es que a uno ya la memoria no le anda tan joven– que no se acordarán los ponentes de si dije tal o cual cosa, en sentido literal, pues, como van las cosas, sería lo suyo para conocer lo que sucede en los ‘posibles ámbitos de decisión’ de la caza.

Nunca es tarde de corregir lo que, a mi entender y el de muchos, no se está haciendo como se debiera, porque el sector está muy enfadado, y estarán conmigo, ¡con mucha razón!

Es hora de reclamar ‘lo nuestro’

Tengo que decir con tristeza que se nos ha usado como un clínex. Cuando el campo demandaba ayuda para parar el crecimiento y los daños de los jabalíes en cultivos y carreteras, cuando los conejos se comían siembras y viñedos, ahí estaban los cazadores para ayudar y ¿cuál es el pago…?

Tal vez debamos empezar a reclamar lo que es nuestro y que la mayoría del dinero que movemos los cazadores con nuestros impuestos, nuestras licencias, nuestros gastos de mantenimiento del medio, retorne para seguir conservando los espacios que, con tanto mimo, cuidamos.

Reclamo desde estas líneas que cada uno se pague sus gastos y empecemos por los ecologistas. De esa manera, veríamos cuántos de los que se dicen “ecologistas” ya no se moverían, ya no hablarían tanto, ya no pagarían honorarios de abogados para demandas, ¡eso sería lo justo!

Tendríamos el honor de trabajar por la naturaleza con los ecologistas de verdad, aquellos que fundaron ADENA, y un servidor apostó por ella siendo un chaval ilusionado y cazador, cuando la capitaneaba el añorado y para muchos olvidado Rodríguez de la Fuente, defensor de la caza, por si algunos no lo recuerdan, vean sus famosos vídeos que hablan, incluso, del lobo y sus espacios.

Tal vez son tiempos de reclamación de lo que es nuestro, de exigir que “nuestros dineros” sirvan para mantener a las especies, porque ¿saben la sensación que tengo?: que con nuestro dinero alimentamos y financiamos a los que nos quieren quitar de la gestión del campo. Por eso creo que, a partir de ahora, si alguien quiere datos, que los remunere, porque nuestro tiempo, nuestro coche, nuestra gasolina, nuestro coste del día a día, ¿quién nos lo paga?

Por ello, creo –o tal vez debería decir, considero– que el dinero de la caza en modo de impuestos y otros debería volver para continuar con la gestión. Resulta muy bonito pedir a los cazadores de tórtolas que sigan colaborando con la especie, gastando mucho dinero en comida y agua, en procurar que sus hábitats mejoren, que sus nidos salgan adelante y ¿a cambio de qué?, ¿de promesas de ver lo que sucederá en dos años, en cuatro?

La experiencia en las moratorias en nuestro país ya se sabe cómo acaban, señores dirigentes. Es por ello que, por una vez, ¡fíense de los cazadores!, porque no se fían nada, y en esa desconfianza, que comienza a ser mutua, la que perderá será la naturaleza, las especies. Espero que esto les importe, porque a mí sí, y mucho.

Escuchen a los que llevan muchos años en “el rollo”, tal vez esta expresión les agrade más y trabajen al alimón con los que invierten año tras año, ¡porque les gusta!, lejos de sus principios de ver solo lo negativo, pues ¿saben cuántos miles de animales comen y beben cada año a cuenta de los cazadores? Creo que la respuesta es evidente y, por favor, cambien su actitud porque, de lo contrario, la historia hará justicia con los nombres que ayudaron a que algunas especies desaparecieran por culpa de decisiones de despacho, que nada tienen que ver con lo que acontece en el campo y, si no, vean lo que está sucediendo con la avutarda, que debería crecer mucho más, animales viejos que no dejan pisar a los jóvenes…, ¿a ustedes les parece lo adecuado?

Para concluir, comentarles que, casi siempre se dijo que, si deseas que un animal desaparezca, protégelo. Pero esto, como se afirmaba en el final de una película “bárbara” y famosa, será motivo de otra historia.

Cristóbal de Gregorio

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