Se nos tacha por los radicales animalistas y ecologistas de sucio pelaje –que no son todos– de, entre otras ‘lindezas’, abandonar a nuestros perros cuando no nos sirven.
De maltratarlos en sus perreras y de cualquier cosa que se les ocurra en sus enfermas mentes.
Solo hay que echar un vistazo a las diversas leyes de protección –o ahora llamadas del bienestar animal– para darse cuenta de que a no pocos legisladores se les ha ido la olla y no tienen los arrestos de enfrentarse al animalismo dominante, cediendo a las ocurrencias de esta panda de parásitos de la subvención y sectarios.
Viene todo esto a cuento porque a primeros de noviembre desapareció mi perra spaniel bretón.
Me encontraba cazando en el coto al que pertenezco desde hace dos años. La perra tiene 4 años, no se trata de un cachorro, y en un momento de la mañana se alargó un poco y llegó antes que yo a un olivar que íbamos a cazar con la mano que llevábamos otro compañero y yo.
Las otras dos perras que llevo me marcaron un conejo en el tronco de un olivo y estuvimos como 10 minutos a ver si salía. En vista de que el conejo pensó que estaba mejor entre la madera del olivo que en mi zurrón de cuero, proseguimos la mano cuando me di cuenta de que la perra no estaba.
La llamé pero no aparecía. Supuse que finalmente nos encontraría, pues ya íbamos a girar para volver a los coches y nunca se había extraviado y menos en un coto como este, donde no hay monte.
Pero no fue así.
Pregunté al resto de los socios, pregunté a los galgueros, y nada. Volví varios días a buscarla por los caminos, en las casas que hay en el campo, y nadie había visto ninguna perra parecida.
Puse la denuncia en el cuartel de la Guardia Civil, avisé al guarda de nuestro coto y al del coto de al lado, puse fotos y el aviso en las redes sociales del pueblo y de los pueblos de alrededor, y en una más específica de perros desaparecidos.
No sé si con todo esto a estos animalistas les parecerá que tenemos que hacer más, y que aun así los abandonamos. Por no tener, no tengo ni esperanza en que el obligado microchip que tenemos que poner a nuestros perros me sirva para dar con su paradero.
No es el primer caso que me ocurre –por cierto, siempre con perros con pedigrí– y no he vuelto a verles el pelo.
Lo que me molesta, y espero que algún jurista que en nuestra revista nos ilumina con las normativas que nos afectan me aclare, es si es cierto, como me comentó el guardia civil que me atendió, que da igual que la denuncia la haga por robo o por extravío, pues mi responsabilidad es la misma ante cualquier percance que pueda producir la perra.
¿Realmente podemos ser responsables si la perra aparece, por ejemplo, en Bélgica –espero que no buscando perreras más confortables– y provoca un accidente?
¿No devolver a su legítimo dueño un perro perdido es un hecho punible?