A los que vienen, con esas maneras que gasta la juventud, hay que desearles fuerza y templanza, pero sobre todo buenos maestros. Generaciones de nuevos cazadores afrontan un momento, quizá sin darse mucha cuenta, en el que la caza está viviendo una transformación sin freno y, para más dolor, también está en el entrecejo de otros que la miran peor que mal.
Querámoslo o no, de puertas afuera, la idea de la caza está muy mal vista. Por eso, algunos pensamos que hay que seguir manteniendo los principios de siempre, los valores de la caza, para dar una imagen acorde a estos tiempos revueltos. Aún resonará como un eco la batahola de tantos miles de pescadores, cazadores y gentes del campo inundando Madrid.
El personal, claro, sale a las calles harto de que Administraciones, entidades ecologistas y algunos sectores de la sociedad dediquen tanto empeño a entorpecer o coartar la caza, la pesca y las actividades rurales, cuando el propósito latente parece ser acabar con ellas.
Mientras defendemos la caza, la pesca y aquello que esté ligado al campo por tradición de buen hacer, otros, desde distintos frentes, pretenden quitarnos una parte de la vida. Entre cruces de miradas y posturas tan antagónicas, parece imposible que comamos del mismo plato o bebamos del mismo vino.
Los ataques hacia la caza, en este caso, podrían nacer de una doble vertiente. Por un lado, la tendencia viral de ridiculizar a los animales otorgándoles derechos y proyectando sentimientos. Por otro, la publicación en la red y otros medios públicos de muestras de caza que son reprochables y la afean, desvirtuándola.
En la caza hay una serie de principios y valores que parecen claros, sí, y quedan prendidos en todo buen cazador, pero memorizar conceptos no quiere decir que se asuman y cumplan. En ocasiones se desbarra y se muestra una imagen de la caza que no lo es.
Otras veces, tanta tecnología empleada para asegurar un lance exitoso, tanto por no dejar la consecución de la pieza al albur o al esfuerzo, hacen de eso algo que pretende ser caza a marchas forzadas. Esta imagen de lo que quiere ser caza, facilona y previsible, empuja a esos sectores virulentos de la sociedad a embestir contra todo lo que se proclame caza, lo sea o no.
En esta ensalada está la confusión de partida. Sería bueno que los cazadores del mañana no se cegasen con el tumulto de unas cosas y otras donde todo se mezcla y hay tanto ruido. La caza, actividad ancestral ligada al hombre, ha evolucionado con un principio de ligazón con la naturaleza que mantiene unos valores que no se pueden dejar torcer.
La caza, para que así sea, exige que la naturaleza y la pieza sean salvajes, que sea tan incierto como espontáneo lo que va a pasar, que exija cierta dificultad la acción de caza y que, siempre a la postre, se mantenga el respeto por la pieza que huye o se cobra en buena y noble lid.
Daniel Puerta Serrano