4 tipos de balas y sus usos en la caza española

La eficacia de un proyectil moderno no depende exclusivamente ni de su calibre ni de la velocidad con la que llega al blanco. Para que sea capaz de abatir limpiamente una pieza de caza mayor es preciso que además posea un diseño adecuado que le permita transferir a la pieza gran parte de la energía cinética que lleva en el momento del impacto. Este artículo trata sobre los principales tipos de balas de caza con núcleo de plomo y los factores que determinan la expansión y transferencia de energía.

En tiempos de la pólvora negra las armas disparaban proyectiles de plomo y su mayor o menor eficacia sí dependía casi exclusivamente de su calibre, pero hoy no es así debido a que utilizamos cartuchos muy rápidos cargados con pólvora sin humo y una gran variedad de tipos de balas semiblindadas cuya forma de expandir no solo es diferente a como lo hacían las de plomo sino que se puede, dentro de ciertos límites, controlar modificando su estructura para que sean más o menos expansivas.

Esto no significa, desde luego, que las leyes de la física (de la balística de efectos) hayan cambiado desde que a finales del siglo XIX aparecieron las primeras armas de pólvora sin humo y comenzaron a dejar de utilizarse las de pólvora negra. Por supuesto que no.

El principio en el que se basa la capacidad para matar que tiene un arma de fuego siempre ha sido el mismo: conseguir que, cuando choque la bala con un ser vivo, ceda gran parte de la energía que lleva y le ocasione heridas letales.

Lo que sucede es que la pólvora negra, a diferencia de la que utilizamos hoy, no permitía conseguir velocidades tan altas como las actuales y, como la energía cinética depende en gran medida de la velocidad (Ec=1/2 Masa x Velocidad al cuadrado) y ésta era muy moderada, la mejor forma de conseguir que el disparo, a una determinada distancia, fuera más potente (que alcanzara el blanco con mayor energía cinética) era utilizando otro rifle de calibre más grande con lo que se obtenían dos ventajas balísticas:

1. Que el proyectil pesara más y por tanto llegara al blanco con mayor energía cinética.
2. Que presentara un mayor frente de choque, al ser de mayor diámetro, y por tanto aumentara el poder de detención.

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Los cartuchos potentes utilizados durante el siglo XIX para fines militares o deportivos eran de pólvora negra y disparaban balas de plomo de 11 mm. o de mayor calibre.

Por esta razón, la mayoría de los fusiles militares y rifles deportivos de caza mayor de fuego central, que se utilizaban pocos años antes de sintetizarse la pólvora sin humo, disparaban proyectiles de punta plana o redondeada de calibres descomunales comparados con los que utilizamos hoy (11 o más milímetros en la mayoría de los casos) y cartuchos con vainas de gran volumen, capaces de albergar pesadas cargas de pólvora negra.

Casi todos los cartuchos más potentes (más del 90 %) desarrollaban velocidades muy similares comprendidas entre 1300 y 1400 pies por segundo (entre unos 400 y 440 metros por segundo), que tan solo lograban superar contados cartuchos africanos y deportivos para ‘larga’ distancia que se fabricaban con vainas de alta capacidad tan grandes que podían cargar más de 100 grains de pólvora negra.

Por ejemplo, el .40-110 Winchester Express (para armas monotiro) o el africano .500/450 Magnum Black Powder Express, pese a cargar 110 y 140 grains de pólvora negra, respectivamente, no superaban los 1875 pies/segundo (571 m/s).

Esta escasa velocidad no favorecía la deformación de los proyectiles, sobre todo si eran armas de potencia moderada. Por esta razón, las balas de punta plana, aunque se empleaban en todo tipo de municiones, eran especialmente útiles para fabricar cartuchos que desarrollaban velocidades moderadas porque, debido al mayor frente de choke que presentan los proyectiles, cedían más energía que las redondeadas. Es decir, incrementaban el poder de detención.

LA PÓLVORA SIN HUMO CAMBIA LA BALÍSTICA

Todos los cartuchos de pólvora negra para armas de retrocarga tenían en común que disparaban balas de plomo que, en el caso de las más largas y pesadas, se ajustaban a la vaina con un cierre o calepino de papel .

La mayoría eran de punta roma o totalmente chata para que al impactar se aplastaran y frenaran más rápidamente en el cuerpo y aumentara la cesión de energía y, por tanto, su eficacia, que era asombrosamente alta porque el peso de las balas y su calibre se calculaba muy bien para el uso que se le iba a dar al arma.

Sin embargo, todo cambia cuando se crean las primeras pólvoras sin humo porque permiten diseñar cartuchos de menor calibre que son más rápidos y ya no pueden cargarse con proyectiles de plomo.

BALAS BLINDADAS

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Las balas blindadas solo se han utilizado en la caza de las piezas más grandes y pesadas y cuando no se desea destrozar la piel del trofeo

Efectivamente, debido a la alta velocidad que conseguían los nuevos cartuchos, muy superior a la de los utilizados hasta entonces, el plomo literalmente se derretía por fricción al pasar por el cañón, anegaba las estrías y dejaba inservibles las armas.

Se ensayaron todo tipo de soluciones y, al final, se optó por utilizar balas hechas con un núcleo de plomo (que proporciona el peso necesario) recubierto por una envuelta metálica que es la que roza con el rayado, solución que no solo evitaba que se emplomara el cañón sino que también mejoraba la penetración de las antiguas balas de plomo aunque, eso sí, a costa de perder poder de parada porque la envuelta endurecía el proyectil y se deformaba muy poco, incluso a corta distancia.

Este tipo de proyectiles se conoce con el nombre de balas blindadas y son los que se utilizan desde entonces para usos militares.

Cinegéticamente, sin embargo, su uso ha sido y es muy limitado: básicamente, para cazar especies que, por el valor de su piel o cualquier otra causa, no se desea que queden destrozadas, así como en las piezas más grandes y resistentes, como el elefante, en las que se necesita que el proyectil tenga una gran penetración.

No obstante, para este último uso se blindaban aún más reforzándolas con una envuelta de acero que rodeaba al núcleo y más tarde se utilizaron balas macizas sin núcleo de plomo (que no tratamos en este artículo), que no se deben confundir con las blindadas.

SOLO CUENTA LA ENERGÍA BIEN TRANSFERIDA

En el artículo se expone cómo los diferentes tipos de proyectiles de caza son capaces de matar las piezas si logran transferir durante el impacto gran parte de la energía cinética que portan. Y para ello resulta crucial que la bala, cuando impacta, se pueda deformar correctamente pero sin dejar de penetrar lo suficiente, abriéndose paso a través de huesos y tejidos, para que pueda lesionar los órganos vitales.

Y esto no sucede si el proyectil se deforma más de lo necesario o bien no se deforma o se expande muy poco y no crea heridas importantes, como sucede cuando se utilizan balas blindadas, porque atraviesa el blanco sin cederle prácticamente energía.

Pues bien, sobre todo cuando ocurre esto último, decimos los cazadores que «hemos pinchado la res», algo que lamentablemente sucede con frecuencia en las monterías y recechos pero no porque las balas de caza que utilizamos sean de mala calidad, sino porque no las hemos sabido elegir bien y son más expansivas o menos de lo necesario.

Y lo peor es que cuando esto pasa, los cazadores suelen tomar medidas drásticas que pueden llegar a empeorar más los resultados. Por ejemplo, en vez de consultar las características del proyectil que están usando y cambiarlo por otro más adecuado al tipo de caza que practican, cambian su .30-06 por un .300 Win. Mag. o por 9,3×62 que, como continúan usándolo con balas poco o demasiado expansivas, tampoco les da buen resultado.

Hay que tener en cuenta que la potencia y el calibre de los cartuchos de caza es relativa, salvo en casos de uso extremos, como, por ejemplo, si se utilizan calibres muy grandes y potentes en piezas muy débiles o al revés, pues en estos casos el diseño del proyectil importa poco.

Lo que realmente crea efectos mortales cuando se utiliza un calibre adecuado a la vitalidad de la pieza es la energía que la bala es capaz de transferirle, y por eso tener en cuenta su diseño es crucial. Así, una bala semiblindada de buena calidad de 150 grains del .270 Win. en montería puede ser más eficaz que otra de un calibre más grande y potente que, por estar diseñada para cazar animales mucho más grandes, no se deforma cuando impacta en un jabalí o en un venado.

Hace tan solo unos años no resultaba fácil conocer las características de los proyectiles pero hoy casi todos los fabricantes las facilitan en sus páginas web. No olviden hacerlo porque son tantos los modelos de bala que podemos adquirir en España, en ocasiones con diseños externos muy parecidos, que resulta crucial al menos conocer si la munición que vamos a utilizar es semiblindada, de expansión controlada o de rápida expansión.

BALAS SEMIBLINDADAS

Las balas blindadas fueron muy cuestionadas por los soldados de la época, que no se sentían seguros porque, debido a su escaso poder de detención, los soldados enemigos seguían combatiendo incluso después de haber recibido varios disparos, lo que no sucedía antes con los fusiles de pólvora negra y gran calibre que disparaban balas de plomo.

Por lo que, resumiendo mucho la historia, para aumentar su poder de detención se hicieron con envueltas metálicas abiertas por la punta de la bala por la que afloraba el plomo, que tenía la misión de aplastarse cuando impactaba y abrir la camisa para que la bala se pudiera deformar, aumentara su diámetro (calibre), se frenara dentro del cuerpo y, a costa de perder capacidad de penetración, cediera mucha energía.

Este tipo de proyectiles fueron un éxito y se conocen con el nombre de ‘semiblindados’. Rápidamente se prohibió su uso militar por las grandes heridas que causaban, pero cinéticamente fueron universalmente adoptados por todos los fabricantes de cartuchería de caza que desde entonces y hasta nuestros días los han seguido fabricando, si bien cada vez se utilizan menos al haberse generalizado el uso de otros proyectiles más eficaces: las denominadas balas de expansión controlada y de rápida expansión.

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El Winchester Power Point es uno de los ejemplos de proyectil semiblindados norteamericanos más veteranos y eficaces.

UN DISEÑO SUPERADO

En efecto, para que una bala pueda abatir limpiamente a una pieza de caza es necesario que impacte con la suficiente velocidad como para que, sin perder toda su capacidad de penetración, se vaya deformando y frenando a medida que penetra dentro del cuerpo del animal, cediéndole una gran cantidad de energía.

Es decir, es importante que ceda mucha energía pero también que no pierda su capacidad de penetración para que pueda alcanzar los órganos internos. Y este efecto no lo consiguen los proyectiles de caza semiblindados en determinados casos extremos de uso:

– A corta distancia o al impactar sobre piezas muy grandes, la camisa del proyectil, que es la que frena la expansión, no puede deternerla y la bala se desintegra y no penetra.

– A grandes distancias o cuando impacta sobre piezas muy débiles, el proyectil no se deforma lo suficiente y cede muy poca energía.

Para paliar estos problemas y, al mismo tiempo, facilitar que un mismo calibre de rifle se pueda utilizar para cazar animales de peso muy diferente, los fabricantes siempre han ofrecido cartuchos de un mismo calibre cargados con balas semiblindadas idénticas pero de distinto peso para que el cazador pueda utilizar las más pesadas a cortas distancias o sobre los animales grandes y las más ligeras en tiros largos o para cazar las piezas más débiles.

Sin embargo, el control que se puede ejercer sobre su expansión modificando exclusivamente su peso es limitado, razón por lo que desde un primer momento además del peso se utilizó la forma de la punta (y el diseño de la cola) del proyectil así como el grosor del blindaje o envuelta y su diseño para, junto con el peso, conseguir proyectiles semiblindados más adecuados para cazar a cortas o grandes distancias todo tipo de piezas.

Ejemplos de excelentes proyectiles semiblindados norteamericanos son las balas Remington Core Lokt, que se fabrica desde 1939, y Winchester Power Point, utilizadas desde hace más de medio siglo), que se han tomado como base para crear muchos otros proyectiles similares. Y entre los europeos destacan los alemanes RWS T Mantel y RWS KS, entre muchos otros.

PROYECTILES DE EXPANSIÓN CONTROLADA

Casi al mismo tiempo que las balas semiblindadas comenzaron a generalizarse y perfeccionarse, algunos fabricantes comenzaron también a modificar el diseño interno y externo de los proyectiles para conseguir dos efectos diferentes: favorecer la expansión o retardarla e impedir que la bala se desorganice durante el impacto.

Este último tipo de proyectiles, los diseñados para impedir que la bala expanda más de lo necesario durante el impacto, se denominan de expansión controlada y son los que más se utilizan actualmente porque rinden mejor que los semiblindados y la tecnología actual permite fabricarlos con un costo razonable.

Uno de las primeras balas centreuropeas de expansión controlada tan efectiva que aún hoy día se siguen fabricando es la TUG, diseñada por Wilhelm Brenneke en 1935. Posee ‘corta pelo’ (para que las piezas sangren y se puedan pistear si son heridas ) y la base de la envuelta terminada en forma de torpedo (para mejorar la precisión) y dos núcleos de plomo dispuestos de tal manera que el núcleo trasero entra en forma de cuña en el delantero, que es más blando, para que la punta de la bala se deforme totalmente pero la parte trasera quede intacta y pueda continuar penetrando.

Pero para conseguir el mismo fin también se han usado otros métodos que han demostrado su eficacia y continúan utilizándose: por ejemplo, camisas con espesor decreciente y entalladuras en forma de H que detienen la expansión o provocan que la parte delantera del proyectil (cuyo núcleo de plomo es más blando que el trasero) se separe de la parte de atrás, que continúa la penetración. Es el caso de la bala H-Mantel que comercializa RWS, junto a muchos otros tipos de balas que siempre se han caracterizado por su gran precisión.

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Para controlar la expansión, con el fin de evitar que las balas se desorganicen y dejen de penetrar, se utilizan varios métodos. Uno de los más seguros es soldar la camisa al núcleo

Muy eficaz también es la norteamericana Nosler Partition, que data de 1947 y también continúa produciéndose, lo que avala su eficacia. En vez de entalladuras, la Nosler posee un tabique interno que separa el núcleo de plomo en dos zonas para asegurar que se produzca el mismo efecto: favorecer que la punta se deforme sin que lo haga la cola del proyectil (porque el núcleo trasero permanece intacto).

En otros casos se ha optado por soldar al núcleo de plomo la camisa, cuyo blindaje se debilita por la zona de la punta (haciendo sus paredes más delgadas, terminándola en punta hueca, practicando cortes en el blindaje, etc.) para facilitar que se inicie la expansión.

Inmejorables ejemplos de balas con el núcleo soldado a la envuelta son las europeas Geco Plus, Norma Oryx, Sako Super Hammerhead y Core Lokt Ultra (que no se debe confundir con la expansiva); así como la nueva bala norteamericana Browning BXC que, a diferencia de las europeas, posee una inserción de aluminio en la punta que inicia la expansión y, de paso, mejora su coeficiente balístico.

Soldar el núcleo a la camisa permite, por ejemplo, usar municiones rápidas de calibres medios (.270 Win. .270 WSM; etc.) en animales relativamente grandes, como jabalíes y venados, sin que la bala se fragmente.

Pero especialmente es útil para fabricar proyectiles para cobrar los animales más grandes y pesados del planeta en los que no es necesario utilizar balas blindadas pero sí que estas se deformen sin perder masa para conseguir una alta penetración.

PROYECTILES DE EXPANSIÓN RÁPIDA

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En animales pesados, las balas de expansión rápida se deforman mucho y penetran poco

Cuando se cazan animales pequeños y medianos con rifles potentes o a grandes distancias, las balas de expansión controlada (y las semiblindadas) no suelen expandir bien, razón por la que los diseñadores de proyectiles han creado modelos de expansión rápida que persiguen conseguir el efecto contrario: asegurar en estos supuestos la expansión de la bala para que, aunque no encuentre resistencia a la penetración (piezas pequeñas y medias) o impacten con muy poca velocidad (a grandes distancias) cedan una gran cantidad de energía que asegure el cobro de la pieza.

Uno de los proyectiles más antiguos y efectivos de expansión controlada, que aún se utiliza, es el TIG (Bala Torpedo Ideal).

Fue diseñado en 1919 por Wilhelm Brenneke con la base terminada en forma de cola de torpedo (para mejorar la precisión); posee ‘corta pelo’ y, como el TUG de expansión controlada, también dos núcleos de plomo pero es el delantero el que entra en forma de cuña dentro del trasero para que cuando choque la punta logre deformar todo el proyectil y se produzca una rápida y alta descarga de energía.

Sin embargo, esta bala, al igual que otros proyectiles europeos de expansión rápida introducidos después, como la bala Norma Plastic Point, aunque proporciona inmejorables resultados cuando se utiliza para recechar animales de tamaño pequeño y medio a distancias normales, carecían del coeficiente balístico adecuado para su uso en caza a muy grandes distancias, problema que solucionó brillantemente de nuevo el fabricante norteamericano Nosler al lanzar en 1984 su bala Ballistic Tip terminada en cola de bote y con una inserción muy puntiaguda de polímetro en la punta que se introduce, a modo de cuña, en el núcleo, para asegurar que se abra el blindaje y se deforme aunque la velocidad de incidencia no sea muy alta.

Su diseño tuvo y tiene tanto éxito que se ha tomado como base para crear otros muchos proyectiles tipo Tip de aspecto muy parecido sin que ello signifique que todos las balas que utilizan puntas similares que se comercializan sean proyectiles de expansión rápida, porque no es así. Por ejemplo, la bala Nosler Accubond que carga Winchester y Norma es un proyectil tipo Tip de expansión controlada que lleva el núcleo unido a la camisa; igual sucede con la bala Hornady Interbond, etc.

El último avance en el desarrollo de municiones de rápida expansión lo protagonizó primero Winchester y después Browning al lanzar en 2015 y 2017, respectivamente, las balas Extreme Point y BXR que presentan como novedad que utilizan puntas tipo Tip más largas y anchas para que aumente la superficie de choque, se acelere la expansión y provoquen un gran traumatismo inmediato al impacto. La punta de la bala Winchester Extreme Point es de polímero pero Browning utiliza como novedad en sus BXR puntas mixtas hechas de polímero y cobre.

Por último, comentar que es muy importante no confundir este tipo de balas diseñadas para cobrar animales pequeños de caza mayor con las que se utilizan para abatir predadores pues son muchísimo más expansivas y, literalmente, se desintegrarían al entrar en contacto con la piel. Y puede ocurrir porque algunos calibres pequeños, como el .243 Win. se ofrecen con balas semiblindadas y tipo Tip muy similares en aspecto con las de caza mayor.

En general, es importantísimo conocer las características de las balas antes de dispararlas.

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Impacto en gelatina de un proyectil para predadores: nótese que no penetra; solo produce una gran herida superficial que acabaría con un predador pero es insuficiente para abatir animales más grandes de caza mayor.

UTILIDAD EN LA CAZA ESPAÑOLA

En la menor o mayor expansión de los proyectiles de caza, además de su diseño, influye la velocidad con la que alcanzan la pieza, el calibre y el tamaño del animal que, en el caso particular de la fauna española, no es muy grande.

En general, cuando se dispara a más de 300 metros la mejor opción es utilizar balas de alto C.B. tipo Tip de expansión rápida, independientemente del calibre que utilicemos; si bien, lógicamente, tiene que ser adecuado para cazar a grandes distancias.

En la caza a rececho de las piezas más grandes españolas los mejores resultados se obtienen con rifles de calibres medios (comprendidos entre 7 y 8 mm) y balas semiblindadas ligeras si la munición es estándar o de peso medio si se usan calibres magnum. Con estos últimos, sobre todo si las distancias de tiro no son extremas o se utilizan cartuchos estándar muy rápidos (por ejem. .270 Win. con bala de 140 grains) se pueden utilizar también balas de expansión controlada porque la mayor velocidad de estas municiones asegura su expansión.

En la caza a rececho de las piezas más ligeras, como el corzo o el rebeco, los mejores resultados se obtienen utilizando calibres de hasta 7 mm y proyectiles de expansión rápida o bien las balas semiblindadas más ligeras y de mayor coeficiente balístico, siempre que se trate de proyectiles diseñados para caza mayor porque para los calibres pequeños se ofrecen proyectiles para abatir predadores (caza Varmint) que no penetrarían bien.

En montería, si se dispara cerca (no más de 100 metros) se pueden utilizar calibres más grandes y potentes que los usados en rececho. Como mínimo los cartuchos deben tener un calibre de 7 mm y desarrollar la potencia del calibre .270 Win.

Si las armas son de calibre medio (hasta 8 mm) se deben emplear balas semiblindadas más pesadas que las utilizadas en rececho, aunque no más de 180 grains para el calibre .30 ni más de 196 grains para el 8×57 JS. Igualmente, se pueden utilizar proyectiles de expansión controlada en los calibres magnum.

Y en caso de utilizar armas de mayor calibre (.338 Win. Mag; 9,3×62, etc.) se deben utilizar las balas semiblindadas más ligeras que monte el cartucho. En el caso del .338 Win. Mag también se pueden usar proyectiles de expansión rápida porque su calibre y peso son tan grandes que no existe peligro de que se fragmenten y no penetren en nuestros jabalíes y venados.

En esperas de jabalí, como se tira muy cerca, los mejores resultados se consiguen con balas de expansión controlada, sobre todo si se utilizan calibres pequeños y rápidos (.270 Win. ; 7 mm. Rem. Mag., etc.). No obstante, también pueden utilizarse los mismos tipos y pesos de balas semiblindadas que se utilizan en montería.

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