Razones en defensa de las esperas de jabalí

A algunos cazadores de reconocido prestigio no les duelen prendas en criticar las esperas. Y lo hacen con diferentes excusas: que en ellos únicamente se abaten los mejores ejemplares, que el esperista juega con ventaja con respecto al jabalí, que no es tan emocionante como la caza menor.

Sin embargo, para Alfredo Martín, apasionado de las esperas, nada está más lejos de la realidad, y lo justifica con varios argumentos de peso. La gran selectividad de esta modalidad o la magia que la rodea son algunos de ellos. Por eso pide que cada uno se divierta como pueda y quiera, pero siempre sin perjudicar a los demás.

Los esperistas estamos acostumbrados a que nos critique una sociedad urbanita que sigue anclada en los postulados de Walt Disney y que está cada vez más desorientada en su relación con la naturaleza.

Tampoco nos coge por sorpresa que gente del ámbito rural, que debería saber algo más del asunto, siga pensando que cazar de noche es “pecado” y sinónimo de furtiveo. Pero que los que nos llamamos cazadores tiremos piedras a nuestro propio tejado… ¡es de juzgado de guardia!

Esto viene a cuento porque sigo leyendo críticas sobre los aguardos en algunas revistas del sector, llegando a tacharlos de dañinos para la especie o de “encubierta segunda temporada de caza”.

ANTE TODO, RESPETO 

Ya lo he dicho otras veces: cada uno cazará en su finca de acuerdo con sus preferencias, eligiendo la modalidad que más le guste y siempre respetando la legalidad vigente, los cupos que establezca la Administración y a los vecinos.

¿Quién puede criticar que un grupo de amigos arrendemos un coto y lo cacemos sólo en aguardos y recechos sin dar monterías ni ganchos?

Desde luego no engañamos a nadie ni damos una cacería en una finca donde, teóricamente, se han abatido los mejores cochinos. Nosotros somos los que gestionamos nuestro coto, intentándolo hacer de la mejor forma posible, y no nos metemos, por ejemplo, con el número ni con el sexo de las reses que se cobran en una montería en otras fincas.

¡Que cada uno se divierta como pueda y quiera, sin perjudicar a los demás! Abundando sobre el tema y recién acabada la temporada montera, pensaba aquellos días en algo que me preocupa pero que tiene una difícil solución.

En las monterías que se dan a finales de temporada, se abaten, normalmente, una mayor proporción de jabalinas que de machos, y prácticamente están todas preñadas y a punto de parir. Entiendo que, de momento, ni se va a adelantar la veda ni somos capaces, en bastantes ocasiones, de determinar con certeza el sexo del jabalí que pasa como una centella por nuestro puesto.

Pero lo que sí hago desde aquí es defender que las esperas son mucho más selectivas que estas batidas de los dos últimos meses de la temporada. Los que no saben mucho de esto nos critican a los esperistas porque matamos buenos ejemplares, pero… ¿qué hace más daño? Y eso no quita para que sea un apasionado de la montería desde hace más de 35 años.

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Un inmenso macareno con unas magníficas defensas. Según el autor las esperas son más selectivas.

 

LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS 

En ocasiones he escuchado a otros cazadores decir :

“No se pueden comparar los quiebros de una agachadiza, los zigzagueos de las tórtolas o las perdices de nuestras sierras, esos misiles que te anuncian con el zumbido de sus reactores que se descuelgan de los riscos, con un jabalí o un venado que cien metros antes te avisa al romper monte. Lo esperas en el claro, lo metes en la cruz… y no tienes más que apretar el gatillo.”

Según el autor, en las esperas no se abaten siempre los mejores guarros, aunque sí es una modalidad muy selectiva. Este comentario es casi mejor que el anterior. No sabía yo, después de llevar cuarenta y tantos años monteando, que es tan fácil abatir un guarro o un venado.

O soy muy malo, o yo no lo veo tan sencillo, y por eso me sigue subiendo la adrenalina cuando, efectivamente, escucho el acercamiento de la posible pieza. Al menos unas cuantas se me han ido a criar sin haberlas rozado ni un pelo. Y que yo sepa ese cazador no le ha hecho nunca ascos a pegarle un balazo a un jabalí, a un venado, a un corzo o a un macho montés.

Espero que, por su bien, acabe aclarando sus ideas. Pero el colmo es cuando otro cazador, de las mismas “características”se atreve a decir textualmente:

“No me gustan los aguardos, ni me gusta que los demás aguarden a esos cochinos que en veda son nuestros amigos y socios que nos alegrarán la temporada que viene. Y menos me gustan las técnicas para ganarle ventajas al campo, las miras telescópicas de visión nocturna me parecen más para las películas de guerra que para cazar a ley.

No llego al arco, pero entiendo cuando mi abuelo decía que las reses se disfrutaban a tiro de escopeta. Y recordad que la veda está para respetarla, menos aguardos y más pasear, disfrutar del sol sobre el verde de la primavera y cuando cae la noche, a la chimenea, simplemente ver la sierra desde el otro lado.”

A este señor le diría que el peso de su apellido para mí es sinónimo de caballerosidad en la sierra, pero quizás lo que le falta son años y experiencia, y sobre todo conocer aquello que se critica.

Hombre, que diga que lo que más le gusta es la montería, vale, pues lo entiendo y respeto… pero que base su argumentación en el derecho de estigmatizar a las esperas me parece fuera de todo lugar. Si a usted no le gustan los aguardos, es su problema. No los realice, pero son exactamente tan legales, honestos, emocionantes y deportivos como cualquier batida, gancho o montería. Y si me apura, como ya he señalado, bastante más selectivos.

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LAS ESPERAS SON UNA MODALIDAD TRADICIONAL 

Defenderé siempre los aguardos a los cochinos como una auténtica y noble modalidad de caza mayor, arraigada en nuestro ser desde la misma noche de los tiempos, en los que el único testigo es la luna y nosotros mismos nuestro propio juez.

De esa conjunción de ética, sosiego, sacrificio y superación personal saldrá nuestra mayor esperanza e ilusión cuando miremos por las noches el cielo, donde una rebanada de blanca luna está ya empezando a crecer. En definitiva, alimentando sueños.

Veraneantes, amigos y familiares del cazador rural que en verano están en el pueblo serrano se animan a acompañarle a hacer una espera a los “jabalines” (muchas veces sin los oportunos permisos) en las templadas noches estivales.

Pero esos neófitos, además de soportar a los pesados insectos, suelen obtener normalmente resultados nulos, o cuando menos indiscriminados, consiguiendo, eso sí, variar las querencias de los cochinos.

Esas noches se escuchan ruidos por doquier y vehículos por todas partes hasta tal punto que aquello parece una feria nocturna-campestre que no beneficia en nada al equilibrio del monte y a lo que entendemos debe ser la caza en aguardo del jabalí, que para nosotros es algo bastante más serio.

Entretanto, y un año más, la mayoría de los cazadores, en esas fechas, estamos ya de vacaciones, dedicando un tiempo a nuestra familia que, de verdad, bien se lo merece. Intentamos aparentar normalidad e incluso bienestar, pero en el fondo estamos “jodidos” porque nos encontramos lejos de nuestras sierras.

Con avidez, devoramos la portada de la revista, y al abrirla llega una bocanada de olor serrano se mezcla con el del salitre del mar. Cuando la vamos leyendo, el sonido de las gaviotas empieza a recordarnos vagamente a una etérea ladra, y entonces, con un escalofrío y el vello de punta, volvemos a estar de nuevo “en lo nuestro”.

Intentamos disimular para que la familia no nos llame (con razón y una vez más) pesado y loco, pero nuestra venganza es que, aquí y ahora, seguimos “cogidos por la luna”, como diría Pepe Murillo.

Y estén donde estén, en lo alto de la montaña, respirando el aire puro como un cristal, o al borde del mar, escuchando cantos de sirenas que juegan con los delfines, les ruego que echen por las noches un vistazo a la luna y seguro que les llegarán los aromas dulzones de jaras, lentiscos y romeros.

Y si escuchan atentamente, quizás consigan percibir el arruar del cochino que os está “guardando la ausencia”. Ahora sólo me queda que me permitan aconsejarles que lo lleven con la mejor resignación posible y con buena cara, para que no se note mucho…

Alfredo Martín González

www.webtioluna.com

Foto de apertura: Nacho Izquierdo

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