Torcaces con un maestro del cimbel

Viajamos hasta la provincia de Cáceres para acompañar a Juan Manuel A. Rabazo, uno de los mayores expertos de nuestro país en la práctica de esta modalidad cinegética, durante una divertida jornada en la que nos desvelará todos los secretos que se esconden tras este tradicional arte.

Los palomeros están pendientes de la llegada de las torcaces a la Península meses antes de que se oiga la primera voz anunciando su entrada. ¿Entran por Roncesvalles, como los peregrinos, o es por Somport? Que se lo pregunten a los palomeros de Echalar.

El caso es que unos años sí y otros no tanto, mediado el otoño, un número increíble de palomas torcaces procedentes del centro y norte de Europa se extiende por la vieja piel de toro.

Habrá palomas en Aragón, por el norte, por ambas Castillas, por el norte de Andalucía (Córdoba, Los Pedroches); pero algo es incuestionable: la paloma gusta de la energía que le proporciona la bellota, y dehesas de encinas y alcornoques en Extremadura hay bastantes.

Luego, no es de extrañar que, antes o después, acaben viniendo a los predios extremeños en pos del fruto origen de tan deliciosos jamones. Y al Alentejo, no lo olvidemos, o a la Beira Baixa portuguesa.

Tradicionalmente, Sierra de San Pedro fue hogar invernal de los bandos de torcaces, y lo será cuando lo sea, que no entraremos ahora en dilucidar si lo fue y ya no lo es, o si lo sigue siendo.

El caso es que en el escenario que se extiende entre las cuencas del Almonte y el Tajo, rañas, navas, serrijones, llanos, vaguadas, etc., y en el irregular cuadrado que forman los municipios de Talaván, Monroy, Torrejón el Rubio y Serradilla, es donde se da, si el año viene propicio, la atractivísima caza de las torcaces.

La modalidad viene de antiguo, pero con el tiempo, sin duda, los palomeros han perfeccionado su utillaje para el arte (que lo es) de atraer a las esquivas palomas con el imán de sus cimbeles.

No queremos excluir otras geografías, nacionales, regionales o provinciales, como cazaderos palomeros abundosos en torcaces, sino que nos fijamos ahora en el paraje citado, dado que allí fuimos a ver cómo las caza con cimbel un experto y diestro (aunque sea zurdo) en el manejo de los múltiples achiperres que requiere un buen puesto de palomas.

Torcaces-con-maestro-Cimbel_torcaces

Inmenso bando de torcaces sobrevolando el puesto, durante la jornada de caza.

LA CORRECTA ELECCIÓN DE CARTUCHOS Y ESCOPETAS

Juanma emplea dos escopetas gemelas repetidoras, de tres tiros, de una marca italiana conocida y especiales para zurdos, de las que tienen el cargador a la izquierda, lógicamente.

Normalmente, a cada una de ellas las coloca una boquilla de tres estrellas, aunque a veces la alterna con otra de cuatro. Depende del día que tengan las palomas y de cómo entren al tiro. Los cartuchos son también de marca conocida.

Normalmente los emplea de 32 gramos y munición del 7, aunque no tiene reparo alguno de emplear frecuentemente el 8. Con lo cual, ese cuento de que a las palomas munición gorda no deja de ser eso: un cuento, pues yo he visto a Juanma abatir torcaces con octava a la maravilla fiel.

Y aquí es donde un servidor, amigo y admirador de Juanma, palomero de postín, entra en conflicto amigable con el actor principal de esta historia: ¡cuánto más bella y ajustada a tradición la caza con las clásicas paralelas!…

Pero, buenas ganas, las repetidoras se imponen inexorablemente para dolor de los que vemos cómo nuestras tradicionales paralelas se van quedando olvidadas en los armeros.

¡Qué le vamos a hacer!

EL CAZADOR Y EL PUESTO

Juan Manuel Alonso Rabazo es un cacereño de cincuenta y tantos años que ha cazado todo lo habido y por haber, pero que desde muy joven se sintió atraído por esta modalidad de caza, en la que es hoy día un auténtico maestro. Juanma ha cazado la torcaz por donde quiera que ella haya ido; pero, como es lógico, conoce la geografía palomera regional como la palma de su mano. Últimamente comparte con un grupo de amigos unas fincas acotadas del paraje susodicho.

Torcaces-con-maestro-Cimbel_transportines

Las caseras se llevan hasta el cazadero en estos “transportines” artesanales.

Si el amigo lector quiere saber todo lo que sabe Juanma de la caza con cimbel, no tiene más que acceder a su libro “La caza de la paloma torcaz con cimbel”, Editorial Canchales, Cáceres, 2013. Y ahora nos vamos con él de caza.

Ni la del alba era cuando junto a Juanma desayunamos café con churros en una típica churrería cacereña: la Ruiz. Y desde allí, de noche aún, salimos carretera de Torrejón adelante.

A la media hora escasa llegamos a la finca donde iba a montar el puesto.

Abrimos la cancilla, entramos y circulamos por el carril del encinar, mientras ya en el cielo empezaba el claror del alba.

Una vez llegados al sitio en el que montar el aparejo, Juanma fue descargando el voluminoso equipaje y depositándolo todo en el suelo; luego, montó en el coche y lo alejó para dejarlo apartado del escenario de la caza.

Primero, el puesto. Una lona con varillas de metal formada por cinco cuerpos y, sobre ella, el empalme de la parte superior.

Ajustó las varillas al suelo y las reforzó con unos clavos de amarre; luego, una capa de lona de camuflaje; y alrededor de todo el paramento, ramos de encina que dejaron el lugar propicio para el mimetismo y la espera.

Dentro del semicírculo de la pantalla, una barra para posar los “ciegos”, las escopetas, las bolsa de los cartuchos y algún que otro aditamento.

Segundo, los cimbeles. Dos pértigas de empalme, con el balancín en la punta donde ha de ir el cimbel.

Fue izando la paloma en su balancín por el interior de una encina hasta que asomó en la copa. Colocada una, los mismos pasos para colocar la segunda, una a la derecha del puesto y otra a la izquierda.

Torcaces-con-maestro-Cimbel-desp-2Desde la base de cada pértiga, una cuerda se acerca al puesto, que será de la que tire cuando quiera que el cimbel aletee.

A veces Juanma coloca un tercer reclamo en la encina más próxima al puesto, en la horgadera.

Ya estamos listos y oteando de continuo el horizonte en torno para detectar el vuelo de alguna torcaz. Cartuchos a las escopetas y atención.

La normativa actual ordena que la caza de la torcaz ha de hacerse entre las 9.00 horas y las 16.00 horas, en invierno; mientras que en verano la cosa varía, prohibiéndose la caza con cimbel por estos pagos cacereños, naturalmente.

Como quiera que sea, el día que compartimos la caza con Juanma nos enseñó muchas cosas. Entre ellas que la paloma se mueve por la mañana temprano, que a media mañana hace una parada y no se ve una pluma por el horizonte y que luego, a las 14.00 horas más o menos, vuelve a su actividad de traslados.

Obviamente, los mejores momentos de la caza de la torcaz se dan en las horas susodichas y aprovechamos el receso previo al mediodía para tomar el tentempié oportuno, que bien puede ser, y fue, una suculenta tortilla y alguna delicia cárnica característica del país.

Si aderezamos el aperitivo con un vasito de vino, más que mejor. La jornada, magnífica. Juanma A. Rabazo, un maestro que contagia su fervor por las palomas y al que agradecemos en inefable placer de haber disfrutado de un inolvidable día de caza.

TORCACES CON CIMBEL, TODO UN ARTE 

CimbelComo haya algo que brille, estamos perdidos. Juanma les puede contar, y lo hace en su libro, varias anécdotas de cómo un mínimo brillo en el puesto ha supuesto que la torcaz que venía derecha a entrar se diese media vuelta… y adiós muy buenas.

De modo que colores opacos y en consonancia con el ambiente. Si el entorno es ocre, tonos marrones; si es el verde del invierno, verdes o marrones oscuros, en concordancia con el cromatismo del paisaje inmediato.

Nada de objetos brillantes o de grandes bultos opacos que destaquen en el escenario. De ahí las capas de camuflaje entreveradas sobre la pantalla del puesto.

Al contrario que en la caza de las esperas, que hay que tener el aire en la cara, aquí ha de estar en la espalda. La paloma entra siempre al cimbel con el viento de pico. Y quietud y silencio.

Las torcaces oyen. Una voz alta o algo parecido las pone en alerta rápidamente y el lance puede irse al traste.

La ciencia del palomero está en saber mover cimbeles con la cadencia y frecuencia  oportunas para atraer a la paloma lejana que, al ver un aleteo, se sienta atraída por el mismo y entre confiada.

Dice Juanma: “Los cimbeles de las pértigas cazan a las palomas; el de la horgadera, las mata”. Esto es: los de las dos pértigas aletean de modo que son vistos por las torcaces desde lejos.

Y cuando vienen, con la natural desconfianza, ven el suave aleteo de la paloma de la horgadera, y entonces ya entran “a huevo”, “hasta la cocina”, y el tiro es a placer.

Además del cimbel de la horgadera, Juanma, así como los otros palomeros que conocemos (como Pedro Moreno, palomero y esperista), emplean los “ciegos” para rematar la faena, es decir, para meter a las palomas en el radio de acción de las escopetas.

Los “ciegos” son simplemente palomas con una caperuza puesta que, cuando la torcaz libre empieza a acercarse, el cazador lanza desde el interior del puesto al aire, dan un vuelo corto y se posan en el suelo, suficiente para ser vistos por la torcaz y entrar ésta más confiada.

Salvador Calvo Muñoz

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