El jabalí está considerado en Europa el principal reservorio de diversas enfermedades que afectan a otras especies salvajes, domésticas, incluso al hombre, como la tuberculosis, la brucelosis, triquinosis o la fiebre aftosa.
En la actualidad preocupa especialmente a las autoridades sanitarias el brote de peste porcina africana (PPA), que afecta al este de Europa y avanza impulsado por la creciente población de jabalí, principal vector propagador del virus.
Aunque esta enfermedad no puede ser contraída por el hombre, según los expertos, de alcanzar la infestación la cabaña porcina europea en su expansión hacia Occidente (ya se han dado casos muy cerca de Alemania, que es el primer productor y exportador europeo de porcino junto con España) podría tener consecuencias desastrosas en la economía, además de las repercusiones que tendría también en el sector cinegético.
La enfermedad se introdujo en Europa hace diez años por barco desde África y hasta el 8 de abril se habían registrado 2138 casos en países como Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, República Checa y Ucrania.
El último país afectado ha sido Hungría, al confirmarse el pasado 23 de abril el caso de un jabalí infectado, especie sobre la que se han detectado el 99,9 % de los focos. Esto ha provocado que, primero, Serbia, Japón, Taiwán, Singapur y Corea del Sur; y, más tarde, Bielorrusia y Sudáfrica prohíban la importación de carne de cerdo procedente de este país.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha puesto en marcha el proyecto ENETWILD (www.enetwild.com) con el que se pretende recopilar datos sobre la distribución, abundancia y densidades de jabalíes, para producir mapas de todo el continente y poder realizar una adecuada evaluación de riesgos de propagación de este patógeno y que podrá servir para la gestión y control de poblaciones.
La Federación de Asociaciones de Caza y Conservación de la UE (FACE) ha organizado una serie de conferencias bajo el título: «The threat of African Swine Fever in Europe: The key role of hunters» («La amenaza de la peste porcina africana en Europa: el papel clave de los cazadores»).
Esta entidad entiende que la figura del cazador es de vital importancia en la detección temprana de animales afectados y en la eventual reducción de las sobrepoblaciones de jabalíes para luchar contra esta crisis, y se lamenta de la reforma de la ley de caza polaca, muy restrictiva, que dificultará este tipo de actuaciones en un país que, según datos de su Instituto Nacional de Investigación Veterinaria, en los 50 primeros días de 2018 registraron 511 casos de PPA.
Uno de los argumentos que no suele faltar al justificar esta actividad que practicamos es que sirve como herramienta de control de poblaciones de especies salvajes con distintos fines, como el reducir excesos de población para evitar la degradación del medio o como freno a la propagación de enfermedades, epidemias o zoonosis.
Seguramente la función de la caza como herramienta para atajar este tipo de problemas sea la que mejor pueda comprender y aceptar la sociedad, algo positivo de cara a la imagen del colectivo en los tiempos que corren.
Por eso resulta aún más triste leer el llamamiento de la Real Federación Española de Caza, que en un comunicado pide «encarecidamente» a los organizadores de cacerías comerciales que sean «consecuentes con el grave riesgo» que supone la entrada en el país de un animal infectado y que «desistan de importar jabalíes del Este», práctica cada vez más común para abastecer los cercones.
Este tipo de cosas hacen que cuando decimos que en temas medioambientales la caza es parte de la solución y no del problema, lo hagamos con la boca un poco más pequeña.