A los humanos siempre nos ha llamado mucho la atención la capacidad olfativa de los perros, y es uno de sus sentidos que más hemos utilizado para la caza. Nuestra inteligencia, con su capacidad de localizar y seguir a la piezas por el rastro, ha hecho que, perros y humanos, seamos una de las parejas de éxito en la caza. Pero, ¿realmente el olfato es tan importante?
Suelo dar charlas y cursos sobre perros a cazadores interesados en el tema. Es frecuente que les pregunte cuál es la cualidad que más valoran en un perro de caza, y un número muy importante de ellos dice que es el olfato. Ello se debe a que localizar las piezas a través de su olor es uno de los cometidos más importantes que tienen que hacer los perros de caza. Por ello, la mayoría de los perros de caza tiene un hocico medio (mesocéfalo), para poder alojar las estructuras importantes relacionadas con el olfacción.
Una trufa (nariz) grande y húmeda da entrada a las estructuras interiores, como son los cornetes, cuya principal función es calentar el aire que va a entrar a los pulmones. Pero la parte más importante para el olfato está situada al fondo de la cavidad nasal, en la que llamamos zona olfatoria.
Esta zona está recubierta de la mucosa pituitaria, que contiene las células olfativas que son la esencia del olfato. Pero además, para que un perro pueda olfatear, las partículas olfativas tienen que ser lo suficientemente pequeñas para flotar en el aire, unirse a moléculas de agua y llegar a la pituitaria, donde excitan a las células olfativas, que mandan las señales al cerebro.
La capacidad de olfacción de un perro en concreto tiene mucho que ver con la cantidad de superficie de mucosa pituitaria que tenga y del número de células olfativas por milímetro cuadrado. A mayor superficie y/o mayor número de células olfativas, mejor olfato.
Aun así, es difícil que los humanos nos hagamos una idea de la capacidad olfativa de un perro. Un perro puede detectar una cucharadita de sal diluida en 100 litros de agua (la sal es inodora para nosotros), o algunos ejemplares son capaces de localizar rastros de personas 3 días después de que han pasado. Esto se debe a que los humanos poseemos unos 10 millones de células olfativas, mientras que un perro puede superar los 200 millones.
Pero no solo esto, el olfato depende también del tamaño de la zona olfatoria del cerebro con respecto al tamaño total de este órgano. En el perro esta zona ocupa más del 10%, mientras que en el hombre está por debajo del 0’3%. Por ello, hay que decir que el mundo del perro es olfativo, mientras que nuestro mundo es visual.
El perro hace con los olores, algo similar a lo que nosotros hacemos con los colores, pueden distinguir ‘subolores’, tal y como nosotros distinguimos diferentes tonos dentro de un color. Al hacer referencia a esto, recuerdo que leí sobre un sabueso mapachero (Coonhound) que solo cazaba mapaches machos. Es decir, no solo diferenciaba que la pieza a la que seguía era un mapache, sino que era capaz de diferenciar que era un mapache macho, a los que se aficionó.
CÓMO DETERMINAR LA CAPACIDAD OLFATIVA
Los criadores de perros de caza nos interesamos por seleccionar perros con buenas dotes olfativas. Si un perro tiene una serie de dotes y habilidades naturales para la caza, un buen olfato es la guinda que le puede convertir en un perro fuera de serie. Y es que la capacidad olfativa de un perro y otro son muy diferentes. Los dueños que conocemos a nuestros perros, nos damos cuenta enseguida. Hay perros de muestra que paran las codornices a 3-4 metros, mientras que otros a 10 o 15; hay perros de rastro que detectan una demanda, donde el resto de la manada no olfatea nada.
Por ello existen pruebas para ver la capacidad olfativa de un determinado ejemplar. Para este tipo de pruebas hay que entender el aire y su movimiento, y utilizarlo como herramienta de prueba, pues va a ser el transporte que lleve el olor hasta la nariz del perro.
Personalmente hago las pruebas cuando los perros son pequeños a una misma camada, y aprovechando cuando están durmiendo, pongo un plato de exquisita comida a cierta distancia y en alto, calculando muy bien que la suave brisa lleve el olor hacia ellos. Siempre hay uno que de repente levanta la cabeza, empieza a olfatear el aire y va derecho a donde está el alimento. Repito esto varias veces, hasta determinar el que más veces detecta la comida, y por lo tanto tiene la mejor nariz de todos.
Cuando son perros adultos, busco un barranco suave, por el que de forma natural entre el aire de abajo hacia arriba. Elijo un día con brisa suave y fresca, y coloco una codorniz (o cualquier otra especie de caza) en una jaula a cierta distancia (50-100 metros). Atado de la correa pongo al perro en la corriente que sube del barranco, que inmediatamente me dice si detecta la pieza o no.
Esta prueba, hecha por diferentes perros a la vez, deja ver las enormes diferencias que hay entre unos y otros. Hay perros que detectan a 15 metros, mientras que otros a 80. En estas condiciones, muy favorables para los perros, he visto ejemplares detectar piezas de mayor a más de 400 metros.